Catamarca letras

sábado, agosto 26, 2006

Ayer te vi, hoy sigues aquí

Ayer te vi, hoy sigues aquí

Se acerca el mozo y le pido un café. Aquí estoy, sentado en la mesa de este bar, que me permite ver hacia fuera ese conjunto de imágenes se posan instante tras instante en su vidriera, como una ventana omnipotente.
Desde este pequeño rincón se puede ver a la gente pasar, se pueden apreciar sentimientos, se pueden “ver” ojos felices, rostros demacrados por el agobio o por las enfermedades. Solo es necesario que nos pongamos a observar con detenimiento, ningún detalle escapará.
Allí se acerca a la ventana del bar, subiendo, maletín de cuero en mano, anteojos con bordes metálicos y lentes fotocromáticos que la luz del casi mediodía han oscurecido.
Allí se acerca a la ventana del bar, subiendo. Su altura le cae bien en ese rostro un tanto cuadrado, dándole un toque de intelectualidad en un cuerpo proporcionado. Piernas acorde a la altura enfundadas en un pantalón negro y completando el traje un saco de solapas anchas sobre una camisa blanca abierta y poblada de bordados que a la distancia cuestan definir.
Cambia de mano el maletín, agacha levemente la cabeza, sin querer el largo lacio pelo que la adorna cae sobre el rostro, se quita los anteojos y en un gesto característico de las mujeres obliga al cabello a retornar a su lugar. Fue en ese instante en que nuestras miradas se cruzaron y allí pude ver el oscuro marrón de sus grandes ojos, reflejando sorpresa, quizá por sentirse observada por alguien.
Se ve en ella a una persona joven, dinámica y con empuje. Sin duda es inteligente y lo que aún no dije: bella.
Su andar permite ver que pisa fuertemente con los talones, como dejando impronta en todos sus pasos, impidiendo pasar desapercibida. Nadie puede ignorar su presencia. El breve lapso que me permitió verla quizá no se repita, sin duda, mayor será el que dure su recuerdo.