Catamarca letras

sábado, agosto 26, 2006

Julio

Julio


A veces lo miro pasar y me recuerda cuando yo tenía su edad, unos treinta años, más o menos.
Con su negro cabello corto, no siempre peinado, sin ninguna cana aún y esa tez apenas morena, camina por la vereda de la plaza con dos de sus tres hijos que lo ven como un hombre alto, aunque no supera el metro sesenta y cinco, en su bien proporcionado cuerpo.
Su rostro refleja hombría de bien. Es una de esas personas que desean estar allí donde uno lo necesita y sufre porque sus ocupaciones de padre y esposo no le permiten llegar a todos lados.
A veces se deprime, otras se halla agobiado frente a los compromisos que uno debe afrontar. Veo en él cómo a veces duele ser hombre y uno busca cobijo. Pero su único lugar está allí donde él debe cobijar a los demás.
Duele ser Hombre, duele hacerse Hombre. Pero no en vano dicen que a fuerza de golpes...
Tiene nombre de poderoso y quizá su poder íntimo lo exprese a través del arte que Dios puso en sus manos. Refleja claridad para plasmar aquello que ha imaginado o sentido, es capaz de ir directamente al grano.
Puede decirse que es un hombre honrado, que lucha a brazo partido contra su propia imperfección, siendo para muchos un ejemplo de sentimientos nobles puestos sobre la mesa a la hora de tirar los dados.
La fuerza de sus músculos no son más que el reflejo de su permanente ejercitación interior por salir adelante.
Quizá por sus muchas virtudes y sus pocos defectos, quizá por su lucha en la cual veo la mía también. ¿Quién sabe por cuál quizá?, me gusta que nos hayamos conocido.