Catamarca letras

martes, julio 18, 2006

¿Loco, Cuerdo?

Me gusta encender un fósforo en la oscuridad, mirar con ese mortecino resplandor lo que me rodea. La efímera existencia de esa luz exige a mis sentidos total atención y entonces veo la rosa en su florero sobre la mesa oscura, el calendario colgando de la pared y tu piel blanca en el lecho. Luego, vuelvo a intentar dormir , junto a ti, junto al motivo de mis sueños, soñados en vigilia. Las noches son tan largas, los días extensos y muchas veces tediosos... creo que llegaré a enloquecer.
El amor que me prodigas anuda mi garganta, cuando en él pienso. La emoción invade mi alma al reflexionar acerca de lo nuestro, más no podré atarte a mi carro de cortejo fúnebre. Te digo que te apartes, que te vayas y rehagas tu vida. ¡Vete!, mi dulce amor. ¡Vete!, abandona este barco herido de muerte. ¡Vive! Reanuda tu existencia en pos de alguien que pueda cuidarte y protegerte; sólo soy un problema para ti . Mi enfermedad no desaparecerá y ya no te puedo amar.
Sobre la mesa estaba el papel, junto a la rosa, lo trajiste tú. Lo viste, sabías lo que decía, más entraste en nuestro lecho, te fusionaste con mi cuerpo ahora prohibido y me diste tu vida.
Sellaste con tu sangre el pacto de amor entre los dos. Lo supe luego, en la mañana que fui tempranito lo vi, doblado en cuatro; al extenderlo la luz del alba permitió la lectura: “Positivo, debe evitarse el contacto con otras personas”.
Acongojada lloré junto a ti, besé tu mano laxa aún. Te dije una y mil veces que estabas loco, que debías abandonarme como la hecho mi salud, como la hecho tu cordura. ¡Vete! Te dije y no...
Mis sollozos te despertaron , mis lágrimas bañaron tu rostro y en el salado sabor buscaste mis ojos. “Calma, me dijiste, “calma amor. Leí el informe, hablé con el médico y decidí no abandonarte. Si mueres, muero contigo, por eso me aferré a mi única esperanza: tu amor. Vivamos lo que nos quede juntos”.
No podía discernir, todo resultaba confuso, pero luego de sentir tu amor y haber vivido esta experiencia, busqué comprenderte.
Como te digo, ahora no me parece tanta locura.

Ó Armando V. Favore