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sábado, agosto 26, 2006

¿Cuál es el error?

¿Cuál es el error?

Cuando niño se me inculcó que debería poner mucho cuidado antes de hacer algo que implique cierto riesgo, así que siempre tuve una especial aprehensión antes de realizar alguna tarea que no fuera de las ya acostumbradas y que realizaba correctamente, como las ayudas a mamá atendiendo su almacén y fiambrería.
En cierta oportunidad yo insistía en haber conectado correctamente una llave para encender una luz y saltaban los fusibles cada vez que probaba. Supongo que éste y algunos otros casos parecidos habrán hecho que los mayores perdieran la confianza en mí y me lo hicieran saber, a tal punto que me transformé en un temeroso de cometer errores pues los demás (incluidos mis pares) me criticarían y por lógica sufriría.
Vivíamos en Ituzaingó, partido de Morón, en la provincia de Buenos Aires y siendo mis padres inmigrantes italianos de la década del 50 no tenía yo tíos, ni abuelos, ni primos. Pero como todo niño los necesita... pues tenía entre mis vecinos mayores a mis "tíos" .
Uno de ellos vivía exactamente al lado de mi casa y siempre me permitía entrar a su casa como si fuera la mía (me llamaba la atención si pedía permiso). Es el "Tío Moreno", tal el apodo de Andrés Domato, de profesión bancario. Él me invitó en una oportunidad a emplear un banco de trabajo, la amoladora, la morza y la perforadora que como hobbista había instalado en un cuarto al fondo de su casa, asimismo me prestaba todas sus herramientas; esto se debía a que yo había comenzado con mis estudios de nivel secundario en una escuela industrial y según suponía el tío Moreno me haría falta realizar algún trabajo para la escuela, así que ponía todo a mi disposición para que yo trabajara.
¡Nada menos que a mí! ¡A mí, que era un torpe por naturaleza!. Me sentía honrado y aún se lo agradezco, a pesar de tener ya 45 años.
Por el año 1969, aquí en Argentina a la edad de 12 años los niños comenzaban la escuela secundaria, es decir luego de la primaria de 7 años y dentro de las carreras posibles se hallaba la del Industrial, que nos capacitaba como técnicos en alguna especialidad y también nos permitía ingresar a los estudios superiores. Hoy en día me gano la vida gracias a esos estudios que me permiten mantener a mi familia, trabajando en el ámbito docente.
En las prácticas de taller, en ajuste mecánico me atrasé en la entrega de mis trabajos y la fecha límite se acercaba; no tendría tiempo para terminarlos en la escuela, así es que acudí a la oferta del tío Moreno y decidí utilizar la perforadora de banco y la broca(20) de 4mm. Recordaba que en los talleres de la escuela nos inculcaron que debíamos cuidar las brocas pues muchos alumnos las empleaban y eran de alto costo, especialmente las de acero rápido (éstas últimas yo las identificaba por ser más brillantes que las de acero al carbono).
Resolví realizar la única perforación que necesitaba, con una broca de 4mm, en una planchuela de cerca de 5mm de espesor y entonces..... ¡ocurrió el desastre!. Me encontraba perforando suavemente y le adicionaba lubricante a fin de mejorar el corte de la herramienta cuando de pronto aumenté la presión y... ¡pam!, se rompió la broca. ¿Qué podía yo hacer, sabiendo que por una torpeza mía eché todo a perder? No sólo se trataba de la rotura de la herramienta sino que además defraudaba a quien había apostado por mí y perdía todas las posibilidades de utilizar ese mini - taller, y todo lo que nunca más iba a tener...
Tales eran los agobiantes pensamientos que entonces albergaba ese niño de apenas 12 años. A su vez uno a esa edad se considera ya responsable de sus actos y por ende trata de resolver los problemas que se presentan, así es que en lugar de escaparme literalmente del asunto decidí componer la situación, esto es, reponer la broca rota y... aquí no ha pasado nada.
Fui entonces, con gran temor, hasta la ferretería de un vecino a preguntar cuál era el verdadero valor de una broca de acero rápido y así poder valorar mi situación, la que determinaría si requeriría del auxilio de mis padres o podría yo solo con esta "causa". Fue entonces cuando me di cuenta de la exageración con que los maestros de taller hablaron acerca del costo de una broca, ya que el valor no superaba los $2 (equivalente a unos 2 dólares), cifra realmente insignificante dada la "magnitud de la tragedia". Me di cuenta que yo solo podría enfrentar fácilmente la situación. Compré la broca y la repuse tomando la precaución de retirar los restos de la anterior y supuse que si no volvía trabajar por un tiempo nadie se daría cuenta de la barbaridad laboral que había cometido. Ya vería cómo entregar el trabajo en término.
Pasaron unos días y el tío Moreno me vio en la calle y me dijo: " Decime Armando, ¿a vos no se te rompió una mecha de 4mm"?. Mi primera respuesta fue ponerme blanco del miedo que tenía, pero respondí que sí y que me perdonara, que ya nunca iba a volver a trabajar en su mini-taller y que nunca más cometería ningún error parecido y que todas mis excusas eran pocas, pero en realidad la situación me había superado y etc., etc., etc. De todas maneras le pedí que me indicara cómo se dio cuenta de lo sucedido, a lo cuál respondió que fue a realizar un trabajo con la mencionada broca y notó que era nueva y como yo era el único que había trabajado en su taller, bueno... la deducción lógica...
A continuación me interrogó de esta forma: ¿sabés por qué se te rompió la mecha? ¿sabés qué fue realmente lo que ocurrió?. Le dije que sí, que era un tonto y un bruto y por no saber manejar correctamente las herramientas se rompió la broca y que además era un estúpido que nunca me doy cuenta de nada y que nunca podría hacer nada bien y no sé cuántos insultos me proferí a mí mismo. Ante esta situación me respondió: "No es verdad que seas un tonto y todo eso que has dicho. Lo que ocurrió fue que estabas trabajando y las herramientas se les rompen a las personas que trabajan. A los que no hacen nada no se les rompe ninguna herramienta. “Quédate tranquilo”, agregó, “puedes ir a trabajar a mi casa cuantas veces necesites y ya sabes que la próxima vez que te ocurra algo solo te pido que me lo hagas saber, así le buscamos la solución juntos.
Y presté más atención a esa frase que dice " El que no trabaja, no comete errores y ese, es su mayor error".
A partir de allí comencé mi carrera de no temer ante los acontecimientos de la vida cotidiana, claro que no fue fácil pero en ello estamos.
Hoy vivo con mi esposa, tres de nuestros 5 hijos y un nieto, en nuestra casa de Valle Viejo en la provincia de Catamarca. Luchamos y tratamos de ser felices, sin detenernos, sin dar lugar a los miedos, pues hemos aprendido que los miedos nos paralizan.