Catamarca letras

martes, julio 25, 2006

Tres tiempos

Mil ochocientos doce, 27 de febrero. La emoción de la sorpresa que le dará a los suyos lo embarga. Sobre el lienzo impecable cae una lágrima que acompañará miles de proezas realizadas por la libertad de La Patria.
_ Don Ramón lo llevará mi coronel, él sabe donde vive el hombre.
_ Mi querido Ramírez, confío en su palabra y requiero discreción. No es un asunto que pueda ser ventilado.
_ Lo sé mi coronel, en este terreno nadie es indiscreto, aunque no todos son confiables. Sus secretos pueden ser armas en contra suya. Con Ramón no hay de qué preocuparse.
Un abrazo y el coronel se despidió. Ataviado con un poncho negro y sombrero del mismo tono penetró en la oscura, nublada, fría noche.
Emprendieron veloz carrera hacia el sur. La cabalgata duró poco más de una hora. El rancho aparecía apenas en la inmensa pampa, débilmente iluminado por el quinqué que portara Ramón.
_ Pase Ud. mi coronel, el viejo Joaquín lo espera, yo montaré guardia aquí afuera. Lo espero.
_ Gracias Ramón.
El coronel ingresó a la vivienda, donde una mortecina luz permitía ver el envejecido rostro del anciano, apenas cubierto con una manta deshilachada.
_ ¡Buenas noches coronel!. Hace tiempo que lo esperaba.
_ Ramírez me comentó este tema, pero dijo que recién hoy se podía comenzar.
_ Acertadamente, sabemos que Ud. es un hombre con amplitud de criterio y es por eso que decidimos confiarle un secreto que le va a acompañar siempre.
_ Bueno..., querrá decir hasta que la muerte me sorprenda
_ Es que en ese punto es dónde. Sortearemos el pequeño obstáculo. La técnica que aprenderá lo acompañará, como dije, siempre. Las ropas que hoy lo visten hacen al monje. Ud. es un coronel, mañana será general y su espíritu es el de un soldado libertador. Luego de su muerte seguirá siendo un general de la Nación.
_ ¿Qué ocurrirá cuando muera?
_ Comprenderá que lo que ocurra depende de lo que hoy inicia, aquí, conmigo. ¿Cuándo morirá? Una vez que haya aprendido lo suficiente.
_ Pues bien, no perdamos tiempo, tampoco es cuestión de que La Parca se impaciente.
Al cabo de cuatro horas, el coronel se despidió del viejo Joaquín con un "Hasta mañana y gracias".
Las actividades del coronel lo llevaron a los lugares más recónditos del, aun en pañales, país. A cuanto paraje fuera, Ramón le acompañaba y todas las noches en lo de Joaquín se apersonaban.
_ Joaquín, solía decirle el coronel, no comprendo porqué vaya yo al norte, al sur, al este o al oeste, siempre Ramón me conduce al sur, siempre son noches oscuras, nubladas y frías. Aunque momentos antes vea yo las estrellas en el firmamento.
_ Coronel, su pregunta se contestará en breve. Hoy será el último día en que nos encontremos. Pronto lo ascenderán a general, no deje sus prácticas y podrá morir tranquilo, sabiendo que retornará con la conciencia suficiente para reconocer lo que ha hecho y lo que seguirá haciendo por su país.
La muerte se presentó en 1820, nunca abandonó sus prácticas, Cronos decidió el fin de lo que él consideraba tan sólo un trámite. Se hallaba preparado para volver cuando su país lo necesitara, ahora pasaría a cuarteles de invierno y además... se tomaría un reparador descanso.
Luego de 145 años el mundo vuelve a escuchar el llanto de un bebé, del mismo bebé. Nacía el pequeño Manuel Bellomo, con mucha energía, según el decir de los familiares. Fue el cuarto parto de una maestra de grado. El padre, militar de la Armada Nacional. Un férreo sentimiento patriótico se fue instalando en el pequeño Manuel. Cuando una noche de 1975, contando tan sólo 10 años, observó con sorpresa a un jinete y su caballo en el parque de la casa. El rostro del hombre le resultó familiar y ante una señal de éste, abrió la puerta y salió a su encuentro. Asombrado por tan extraña visita, pasándose las manitas por los negros ojos, como despejándose de un sueño, preguntó:
_ ¿Ramón... es Ud.? ¿Cómo llegó hasta aquí?
_ Ha pasado mucho tiempo mi general. Don Joaquín lo espera. ¡Suba! Iremos como siempre, hacia el sur.
El muchacho comenzó nuevamente con las prácticas que le enseñara el anciano. Renacieron en su corazón aquellos sentimientos, mezcla de nostalgia, fe patriótica y verdadero afecto a estos personajes que volvieron desde el fondo de la historia, como él. Sentía que su descanso reparador había finalizado y que probablemente la Patria lo necesitara.
Recibió instrucción militar en la Armada Argentina, adoraba el mar y los aviones. Se transformó en piloto, con la firme idea de que allí podría mantener su espíritu de libertad, la misma que procuraba para su país. Siempre la libertad, como en la lucha por la Independencia. Ahora se trataban asuntos de economía y soberanía, pero siempre era igual, había que defender la Patria de la dominación extranjera.
La citación lo sorprendió un poco, pero cuando se está en guerra todos los recursos son insuficientes. Lo destinaron al Crucero General Belgrano, el que partió rumbo a las Islas Malvinas. Dado su rango de piloto, por ser oficial y otras cuestiones que no acababa de comprender, el capitán, en un acto solemne, celebrado en alta mar, sobre la cubierta del barco y frente a toda la tripulación, lo nombró custodio del Pabellón Nacional, con estas palabras:
_ Oficial Manuel Bellomo, no le es ajena la presencia de la Bandera. Conocemos su trayectoria y sabemos de su patriotismo. Es por ello que en nombre del Gobierno de la Nación Argentina lo nombramos custodio honorífico de la Enseña Nacional, tanto dentro como fuera de esta nave.
Sintió el generalizado aplauso crecer dentro suyo, notó que era genuino y que lograba rebasarle.
Sobre el lienzo impecable cae una lágrima suya.
El mar Argentino aun trata infructuosamente de borrarla.
Pronto será el acto, la mamá de Manuel Bellferro terminó de acomodarle la corbata celeste que estrenaba sobre la nívea y bien planchada camisa bajo el pulóver azul. Su renegrido cabello se hallaba perfectamente peinado con una raya al costado. Estaba orgulloso de haber cumplido 9 años y hoy, 20 de Junio de 2004, le tocaba Jurar la Bandera.
Se presentaron en el teatro de la escuela, todo brillaba y olía a limpio. Entonaron las estrofas del Himno Nacional y comenzó a sentir una fuerte emoción, justo allí, en el pecho palpaba cosquillas desconocidas.
Su vista se clavó en la Enseña Patria, la veía tan hermosa.... De pronto comenzó a apartarse de la escena, veía a todos como desde el techo del teatro. Se acercó flotando hasta el escenario y mientras acariciaba con el pensamiento su tan querida bandera, a su lado apareció Ramón; el niño lo reconoció y con la pregunta en el gesto, el recién llegado respondió:
_ Mi General, Don Joaquín lo espera.
Manuel, lejos de sorprenderse, con la mano le indicó que aguarde.
La directora de la escuela leyó la fórmula para el juramento de los niños y con voz fuerte y segura, vibrante de emoción Manuel, quien creía hallarse solo, respondió:
¡Si, juro!
Luego, fueron uno a uno acercándose a la bandera. Al besarla, Manuel derramó una lágrima sobre el lienzo impecable... que no podrá ser borrada.
De inmediato voló con el espíritu, hacia el sur. Se reunió con Ramón y Don Joaquín. Podía verse a los tres abrazados, observando lo ocurrido en 1812, en1982 y ahora en 2004.
_ ¿Para siempre Don Joaquín?
_ ¡Para siempre Mi General!

Ó Armando V. Favore