Catamarca letras

sábado, septiembre 02, 2006

María, María de Los Ángeles

La ruta era un lugar peligroso, pasaban autos y camiones a gran velocidad, vivía gente a ambos lados del camino y la escuela obligaba a los niños a cruzarla.
Los Angelitos, pese a su nombre, era un pueblo dolorido por las pérdidas de varios niños, ora en el río, ora en la ruta, ora en el hospital. Lo cierto es que ya muchas familias se habían mudado para no tener que pasar por la terrible experiencia de que uno de sus pequeños miembros muriera. Otros confiaban en que a ellos no les tocaría y, además, irse no era tarea sencilla.
Nadie la vio llegar, solo aparecer. Caminando por la ruta, justo donde hacía tres días había fallecido un niño de tan solo cinco años. Unos a otros se preguntaban si la conocían, los chicos juraban no haberla visto jamás.
Llamaba la atención que estuviera caminado sola a la vera de la ruta, parecía tan frágil, no tenía más de diez años, vestía un solero blanco con flores multicolor y una puntilla que rodeaba el escote y el ruedo; de pelo negro y lacio peinado alrededor de un bellísimo e inocente rostro color chocolate, en el cual resaltaban sus brillantes y luminosos ojos café.
Cayó la noche y cuando todos los niños regresaron a sus hogares la dulce figura morenita desapareció de la ruta. Nadie sabe con quién se fue.
Los médicos del hospital estaban realmente asombrados de que Hugo, el hijo menor de los Morales, con tan solo cinco años, haya sobrevivido. Todos estaban esperando el fatal desenlace, pues ni aún un adulto podría soportar la dosis de veneno que el niño había ingerido; sin embargo ...
Era tal el alborozo en el hospital que, salvo la jefa de enfermeras, nadie reparó en la figura de una niña morena, con un vestido blanco lleno de flores y una dulce sonrisa.
Eran ya las catorce, al otro lado de la ruta Ricardito escuchó la campana de la escuela y en un acto reflejo se soltó de su mamá y corrió para cruzar el camino, temiendo llegar tarde. No lo vio, no miró a ambos lados, solo corrió derecho a las poderosas ruedas de un gran camión que circulaba a alta velocidad, cuyo conductor no se percató de lo que iba a ocurrir. Los gritos desgarradores de la madre solo fueron un murmullo comparados con el rugido del vehículo.
Tarde vio el niño las ruedas gigantescas que iban a quitarle la vida, sólo atinó a orar con el pensamiento, cuando esperaba ya el golpe de tamaña masa, sintió que algo o alguien tiraba de su mochila, lo alejaba del curso del martillo que iba a matarlo, lo elevaba por encima del vehículo y lo depositaba sano y salvo en lugar seguro.
Ricardito temblaba de pies a cabeza y cuando la bella niña morena lo abrazó, finalmente se calmó.
La madre vio toda la escena, observó asombrada cómo cuatro ángeles blancos rodeados por un halo celeste, sostenían a la niña, que tomó a su hijo de la mochila y elevaban a ambos para salvar a su pequeño.
Corrió velozmente para abrazar a su hijo y agradecer a la niña, que dijo llamarse María y ser sólo una traductora.
María los abandonó y fue al hospital a ver a Hugo Morales. El niño la reconoció y le preguntó:
- ¿Como te llamas?
- María
- ¿Por qué me salvaste?
- Yo no lo hice, fueron mis amigos y lo hicieron porque tus papás y hermanos rezaron mucho para que te salves
Hugo, debido a su inocencia pudo ver a los cuatro ángeles que acompañaban a María.
- ¿Ellos son tus amigos?
- Si, son ángeles a los que yo ayudo a salvar niños, para que no mueran o no sufran
- ¿Y tú quién eres en realidad?
- Mi nombre es María, he muerto hace tres días. Me atropelló un auto y no hubo alguien que tradujera a lenguaje de ángel mi ruego. Y como todos decían que yo era muy buena, seguramente pasaría a ser otro ángel. Estando muerta ya no necesitaba un traductor y mis ruegos los iban a entender, así que pedí no ser ángel, para poder traducir las oraciones de todos los niños.
- ¿Y por qué te veo si estás muerta?
- A los ángeles no los puedes ver, salvo que desarrollen mucha energía, o que seas muy inocente. En cambio a mí si. No podría traducir sin mis oídos y mi voz, los ángeles usarían mis brazos y mis piernas para salvar niños. Entonces me devolvieron el cuerpo y mis cuatro amigos me llevan a donde hace falta.
- Entonces tu nombre no es María
- Si, ¿por qué dices que no, Hugo?
- Por que en realidad tu nombre es María de Los Ángeles
Cuenta la leyenda que una niña de rostro color chocolate, enseñó a todos los niños a rezar, pidiéndole a sus ángeles guardianes que los protejan, asegurándoles que ella sería su traductora.