Catamarca letras

sábado, diciembre 09, 2006

Danza

Alicia, una joven esbelta de cabello lacio y azabache, veía las cosas mundanas con codiciosos, grandes y bellos ojos color café. Sabía que podía obtener más si traspasaba los límites impuestos. Algo en su interior le aseguraba que debía apelar a una mayor fuente de energía. Una verdadera fuente de poder.
Antonia, su hermana, le advirtió acerca del poder que ella buscaba. Decía que andando sobre el filo de la navaja podría llegar a lastimarse. Que el peligro la acecharía permanentemente.
Visitó la gran casa de los suburbios, llamó y pidió. La mirada profunda de la anciana aseveraba la frase que le tradujera, mientras pausadamente cerraba el gigantesco y antiquísimo compendio de recetas, conjuros, instrucciones y maleficios… todos destinados a torcer el rumbo natural de las vidas humanas. El libro… cuya única custodia era el idioma.
¡Excelente!, la ventana estaba abierta. Ya eran las doce, comenzaba el 7 de Julio, los astros condensaban su sabiduría ancestral en aquella noche y el anuncio lo daban las campanas de la catedral. Lucas se hallaba solo en la gran cama matrimonial, tendido boca arriba dormía un sueño inducido, un sueño de lujuria, un sueño de pasión, un sueño enérgico, un sueño de hombre. Fuerza masculina a la máxima potencia. Sólo tenía que apoderarse de ella. Penetrar en ese sueño erótico, tomar la personalidad de quien le excitaba e inducirlo a la entrega total, llevarlo a volcar su fuerza psíquica en el momento supremo y absorberla… cual vampiro.
Repitió tres veces el conjuro y su cuerpo tembló, sintió el poder de aquél hombre integrarse a su ser, llegar hasta su más íntima fibra. Comenzó la Gran danza, aquélla que jamás supuso podría bailar, la Gran danza. Abandonó todo pensamiento, bailó y bailó incesantemente una y otra vez al compás de la música de aquél hombre. Bailó y bailó en una danza eterna, en una danza sublime, llena de éxtasis, danzó con verdadero frenesí y en el momento supremo el grito de Antonia, retumbó violentamente dentro de su cabeza... aunque ya era tarde.
Alicia supo, poco después, que su alma ya no le pertenecía, que fue a buscar a ese lecho, lo que perdió. Quedó prisionera de Lucas. Jamás pudo abandonarlo, jamás disfrutó de las cosas mundanas. Él tuvo hijos… ella sombras.


© Armando V. Favore



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