Catamarca letras

sábado, septiembre 02, 2006

Descripciòn

La miré largamente. Llevaba un pequeño sombrero de gaucho sobre su bien redondeada cabeza, permitiendo ver la larga cabellera recogida en dos grandes trenzas que finalizaban en sendos moños de un rojo vivísimo. Un rostro sin arrugas, ligeramente alargado y maquillado con suavidad en un toque de coquetería, mostraba los ojos rasgados y la tez apenas oscura, revelando ancestros indígenas propios del norte Argentino, aunque su nariz pequeña y redonda hablaba del cruce de razas de nuestra tierra.
Se notaban sus más de cuarenta ubicados en un cuerpo robusto, con disimulada cintura y apoyado en piernas agradables y proporcionadas, enfundadas en medias finas color piel, mientras, sobre las rodillas aparecía una pollera negra de corte recto, haciendo juego en su color con los zapatos acordonados y con suela de goma. La camisa gris claro, suelta sobre el torso y apenas abierta, no podía disimular la presencia de pechos generosos. Pendiente del cuello corto, un pequeño collar de cuentas multicolores adornaba el escote con singular delicadeza.. La profundidad de sus ojos negros, que sonreían naturalmente, se hallaba oculta tras un par de anteojos metálicos de lentes incoloros, los que su vez le otorgaban un aire intelectual.
Elevando sus manos y fingiendo contrariedad se colocó un invisible en el renegrido cabello, al tiempo que ladeaba la cabeza en un gesto típico del gènero femenino. Mirándome sonrió y me permitió ver sus dientes perfectos, blancos como la pureza de alma que transmitìa. Al acercarme con la mirada fija en sus ojos, sentí la suave caricia de la voz femenina al ofrecerme las flores que vendía, indicándome con manos agredidas por el trabajo cotidiano, las distintas variedades. Un aroma penetrante emanaba de un ramo de aterciopeladas rosas color borravino, que ella sostenía. Tomé su ríspida mano para apreciar desde una menor distancia aquella belleza natural y sentí un calor que me recorrió el cuerpo, transportándome a un mundo de fantasía. Ella lo percibió y volvió a sonreír, tras lo cual y a modo de despedida de áquel encuentro casual, sus finos labios acriciaron mi mejilla en un suave beso que logró sonrojarme.