Catamarca letras

martes, julio 25, 2006

El Beduino

Mala suerte lo acompañó el día que llegó a conocerlo, a veces la vida nos enfrenta con crudas realidades. Aquél personaje era francamente nefasto y se cruzó con Anahel. Lo llamaban El Beduino, debido al aspecto de Árabe y su fama de sinvergüenza carente de hogar fijo.
Sentía cierta culpabilidad por no poder defender a Anahí de la telaraña que el mal viviente le tejió y lamentaba que ella tampoco haya sabido ver las consecuencias de esa relación.
Anahel, dolorido y acongojado, reflexionaba al respecto, diciéndose a sí mismo: “¿Cómo saberlo? ¿Cómo imaginar lo que podía ocurrir y lo que uno se ve obligado a hacer? Se anda por la vida con los pares, Junto a la gente que pertenece a su universo, de vez en cuando escucha y trata de comprender las vivencias de otros, pero resulta difícil interpretar esos planos de realidad, diferentes a los propios. Lo cotidiano se maneja dentro de ciertos parámetros socio culturales y todo anda relativamente bien; pero a veces esos mundos, que parecen estar en diferentes niveles, paralelos entre sí, chocan”.
Volvió a revivir lo acontecido desde que José llamara aquella madrugada. Se apersonó en el bailable a la cuatro treinta, alguien identificado como policía lo condujo a un patio interno del lugar. Levantó un par de camperas y debajo de ellas se hallaba su dulce Anahí. Presentaba un orificio en la frente y una leve sonrisa mezclada con asombro en el rostro. Una lágrima rodó por la mejilla de Anahel, mientras cerraba un puño en señal de impotencia.
En su análisis, Anahel buscaba ser frío, a fin de diagnosticar correctamente y evitar sus emociones: “Anahí fue víctima de este encuentro entre niveles. Víctima del choque de dos mundos. Sin dudas esto es lo que ocurrió”.
No deseaba venganza, pero reconocía que debía hacerse justicia. Sabía cuál era la verdad, “El beduino la mató”. Sin embargo tuvo que acatar el dictamen del juez: “No hay pruebas” . Sólo quedaba que Dios se ocupara para que no haga más daño, “pero estaré atento”, agregaba a sus plegarias.
José volvió a llamar, le avisó dónde se hallaba El Beduino embriagándose. Anahel acudió de inmediato y haciéndose pasar por un parroquiano más compartieron unas copas, hasta que el asesino de Anahí perdió el control de sus actos.
Salieron del lugar y tomando un taxi llegaron a la guardería de botes. El Beduino cayó pesadamente sobre un lateral de la pequeña embarcación y allí quedó. Un fuerte viento comenzaba a azotar la costa. Anahel soltó las amarras mientras recordaba el pronóstico del tiempo: “Un fuerte temporal azotará las costas bonaerenses, con vientos de hasta 120 km. por hora, se recomienda a la población...”. Cuando vio que la corriente condujo la embarcación aguas adentro regresó a su casa.
Anahel vio llegar la tormenta mientras observaba el horizonte a través de la ventana.
Al día siguiente salió temprano, compró el diario, se metió en un bar y leyó el informe periodístico donde mencionaban la muerte de El Beduino como consecuencia del temporal.
Luego de beber un café amargo, se puso de pie, dobló el periódico y dejando unas monedas en la mesa caviló en voz alta: “El cruce de niveles... el cruce de niveles”

Ó Armando V. Favore