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sábado, septiembre 02, 2006

El crimen perfecto

3/abril/2005 -1616 palabras
- Comisario Ramírez, Don Luis no está, desapareció.
- ¿Cómo que no está?. Viejo sinvergüenza, no se va a mandar a mudar así nomás. Búsquenlo y mejor que lo encuentren. ¡Habráse visto¡ Desaparecer, ¡yo le voy a dar¡. Con la guita que gana con mi permiso, no se la va a llevar de arriba. Voy a descubrir dónde está y a cobrarme la comisión.
Luego de varias horas la respuesta de sus hombres era la misma: Don Luis se había ido. Así es que Ramírez decidió que si uno quiere que algo se haga bien no debe delegarlo.
Fue al domicilio del hombre y allí pudo ver algunas de sus pertenencias, sí, parecía que había emprendido un largo viaje, sin embargo algo le llamó la atención: sobre la mesa de luz había una pequeña billetera de plástico, vacía y sin importancia para el común de la gente, pero Don Luis le había confesado que un niño desamparado se la obsequió para su cumpleaños y que por nada del mundo la dejaría; la introdujo en su campera. Tomó la radio y dio la siguiente orden: “Álvarez, hágase presente en la casa de Don Luis y se queda de consigna, cualquiera que quiera entrar o salir me lo detiene”. Acto seguido fue hacia la veterinaria.
- Buenos días Doña Etelvina. ¿Cómo andan las cosas? ¿El negocio?
- Más o menos Sr. comisario, UD. sabe que yo trabajo cuando se enferman los animales y a veces gozan de buena salud.
- Dígame, querida señora… ¿Así que no vio a Don Luis?
- Válgame Dios Sr. comisario de verle sólo la cara a esa alma perdida del Sr. Sabe muy bien que nadie lo quería en este pueblo. Ese hombre a jodido, disculpe la mala palabra, a mucha gente; Dios me perdone, pero ojalá que se haya ido para siempre, lástima porque donde vaya va a sembrar el mal. UD. sabe que él jugaba con los sentimientos de las personas y eso es como jugar con fuego… un día seguro que se quema.
- ¿Qué quiere decir? Si a él lo visitaba quien quería, cada cual sabe dónde le aprieta el zapato.
- Disculpe, Sr. comisario, con todo respeto, pero iba a verle el desesperado, como Jacinto, que se le murió la señora y quedó con tres nenas para cuidar, solito mi alma, y ese sinvergüenza que ahora UD. Quiere encontrar lo dejó sin un peso al pobre viudo, todo por decirle que podía hablar con la María, pobrecita, tan linda mujer que era. Mentiras, todas mentiras, pero ya se acabó. Nunca más ese sacrílego ateo molestará ni se aprovechará del dolor ajeno.
- ¿Cómo que se acabó? ¿Acaso sabe por qué no aparece Don Luis?
- ¡Ah no! Yo no sé eso pero la gente no es más tonta
- Otra pregunta: ¿Tiene estricnina?
- Eh… creo que algo me queda, ¿quiere que le venda?
- No, gracias, en otro momento quizá.
El comisario saludó y se fue rascándose la cabeza. Caminó hasta la abandonada estación de tren y se sentó a reflexionar cuando vio al Loco Chito hablando con los chicos del barrio, ellos se divertían a su costa y el Loco sentía que alguien se interesaba por él, aunque sea para burlarse. En eso se acercó el maestro y saludando con un gesto pidió permiso para compartir el banco.
- ¿Así que Don Luis no aparece, comisario?
- Efectivamente Ramón, nadie lo puede encontrar por ningún lado, parece como si se lo hubiera tragado la tierra.
- Y… en una de esas… ¿quién le dice?
- ¿UD no tiene idea de adónde pudo ir? La empresa de micros dice que no lo han visto tampoco, que hace como un mes que no toma el ómnibus.
Ehhh… otra cosa, estaba viendo al Loco Chito y me preguntaba si él no se da cuenta que los pibes lo toman para la chacota y se divierten haciéndole hablar macanas.
- No se entiende, ¿verdad?. A mí me cuesta darme cuenta, yo le llamo crueldades de la psicología humana. Es como que le piden a los otros que los hagan sufrir, pero se entiende que si no, no tendrían siquiera eso, de alguna manera se sienten algo.
- Extraña forma de sentirse vivo Ramón, extraña forma.
- Sé que Chito anduvo por lo de Don Luis, a veces le hacía algunas cosas y él le daba algo para que coma, desde que cerraron el Convento de Santa Eulalia que no se alimenta, bueno, UD ya sabe y ese Don Luis se venía a aprovechar del pobre Chito, un alma tan pura, incapaz de hacerle mal a nadie, ni de defenderse.
- Pero en el taller de Lisandro tiene un lugarcito, se que hace limpieza y lo dejan dormir ahí.
- Si, es verdad y allí guarda de todo, hasta los palitos de chupetín, pero no es basurero, en lo de Lisandro tiene todo perfectamente acomodado y limpio; cada cosa que ve en el piso la junta, la limpia y la guarda en unos cajoncitos. Sin ir más lejos Don Luis le regaló una cédula de identidad vieja, que ni foto tenía y Chito la guardó. Pero me da pena este muchacho, cada vez anda peor de la cabeza y ya no se da cuenta, a veces duerme aquí, muchas no tiene qué comer, yo le arrimo un sándwich o algo y va pasando.
- Me gustaría saber qué le anda diciendo a los chicos que parecen tan divertidos. En fin, será mejor que me concentre en averiguar dónde está Don Luis, ha dejado varios asuntos pendientes y tengo que encontrarlo, después si se quiere ir que se vaya. A propósito, se la ve mejor a su tía Etelvina, atender la veterinaria la distrae un poco.
- Es cierto comisario, ahora está mejor, desde que se dio cuenta que no podía querer que el tío siga entre nosotros. Cuando la muerte llama hay que acudir, es como una dama que nos roba de los seres queridos. Cuesta resignarse, y más la tía que llevaba 45 años al lado de ese hombre… y fueron felices. Pero ya todo terminó, ahora está en franca recuperación, yo me encargué de eso.
- Lo felicito, ojalá todos tengamos un sobrino que nos ayude con los dolores de la vida.
- No puedo hacer nada con lo interior de ella, pero me aseguro de que nadie pueda lastimarla, no en vano ha sido como una madre para mi, luego que quedé huérfano. Lo dejo, ha sido un gusto conversar con UD.
- Igualmente Ramón…, igualmente.
La tarde caía lentamente, el sol se ponía tras el cerro y un ligero aire fresco trajo a la mente al Loco Chito. El cabo Lagoria ingresó a su despacho.
- Comisario, ya le averigüé lo que me pidió.
- Muy bien, así me gusta, dígame
- Resulta que el Loco Chito andaba haciendo reír a los chicos con una historia de unas monjas, pero no eran cuentos verdes.
- No, parece que lo que decía era que las monjas muertas se habían cruzado con cementerio y todo al otro lado del río, que hasta el Cristo se habían llevado, y que la gente que va con lancha le había dicho que les perecía que iban al revés, porque ahora el cementerio estaba a la derecha y antes a la izquierda.
- Pero mírelo al Loco, de dónde habrá sacado semejante historia, y ¿no dijo porqué las monjitas se iban a cruzar?
- Según él estaban muy contentas con su cementerio, a tal punto que ellas lo mantenían limpio y arreglado, pero que le habían puesto un sacrílego ateo allí y que preferían cambiar de lugar su camposanto, antes que compartir la tierra.
- ¡Ajá! Muy bien y dígame, ¿su mujer le comentó algo de lo otro que le pedí?
- Si, ella dice que la vio ir varias veces a lo de Don Luis, que esos días cerraba muy tarde la veterinaria y tratando de que nadie la viera se hacía una corrida; lo que no sabía Doña Etelvina era lo chusma que es mi mujer, que siempre está atrás de la ventana mirando.
- Gracias Lagoria, acaba de hacer un favor a la comunidad, capaz que se ligue algún ascenso. De esto, ni una palabra a nadie. Vaya nomás, vaya a su casa y tómese el día, después conversamos.
¡Oficial López! Llame a tres agentes y traiga dos palas y la máquina de escribir, dígale al chico del diario que se venga y saque unas fotos, así puede ser que nos ganemos unos pesos extra.
Acto seguido, montaron todos en la camioneta de la comisaría y salieron rumbo al cementerio del convento de Santa Eulalia.
La comisión policial cubrió el domicilio de Ramón, el Loco los acompañaba y al ver al maestro le dijo. “Yo le dije que no era buen lugar, que las monjitas se iban a ofender.
- Dejá de hablar Chito, el lugar era perfecto, ¿a quién se le iba a ocurrir buscarlo en un cementerio abandonado? ¡El crimen era perfecto, no hubo sangre ni armas, nada que se pueda usar como evidencia, la estricnina es muy eficaz nadie vio nada, ¡el único testigo es un loco!.
¿Sabe qué maestro Ramón? Yo se que estoy un poco tocado, pero no soy tonto, Don Luis era muy malo para que lo enterremos junto a las monjitas”
El comisario sacó del bolsillo la raída billetera, colocó un par de billetes dentro y se la entregó al Loco.
- Gracias, Sr. Comisario, gracias.Quedate tranquilo, te vamos a llevar con el maestro y no va a faltarte qué comer. Después le explicás al juez eso de las monjitas y el cementerio.