Catamarca letras

sábado, septiembre 02, 2006

Dolor para el amor

24/03/04

El diálogo que escuchó Helena confirmó su presentimiento. Lejos de disgustarse se alegró, pues sintió en sus fibras íntimas que el amor triunfaba sobre los hombres. Ella integraba, ahora sabiéndolo, un triángulo amoroso.
Se sorprendió a sí misma expresando sus pensamientos en voz alta: “Tanto Julián como Sabrina son maravillosos. Destilan amor a su paso. Son uno para el otro y gracias a mí lograron encontrarse. Aunque me duela perder a Julián más me dolerá que él la pierda a ella”.
Por amor a su esposo decidió apartarse del camino, aún sabiendo que él la ama. La diferencia es que han compartido mucho tiempo de matrimonio, 30 años de tenerse Julián y Helena. ¿Cuánto más de vida?. Y él ¿No podrá nunca tener a Sabrina?.
“¿Cómo salir de la vida de ellos?”. Pregunta recurrente en la mente de Helena, a la que no hallaba respuesta. Pensó en las más diversas posibilidades y todas crearían un sentimiento de culpa en ellos, aunque los dejara libres. La viudez de Julián parecía ser el camino más adecuado, pero... ¿Cómo lograrlo?. Decidió desaparecer, podía cruzar al Paraguay sin papeles, luego ir a Brasil y no volver, la darían por muerta luego de un tiempo. Si bien deberían vivir el duelo de la pérdida lo harían juntos, que era el deseo de Helena.
Compró el pasaje para el 14 de marzo. Tomaría el colectivo que viene de Mendoza y pasa por Catamarca a las nueve y treinta. Iría a trabajar como todos los días y en el momento necesario simplemente se iría sin avisar a nadie. Sentía que su plan era perfecto. No podía fallar.
Lo que no supo era que no sólo su mente trabajaba para desatar el nudo gordiano que se planteó en sus vidas. Fue así que el 14 de marzo Julián decidió actuar y cortar definitivamente con esa situación. Suponía que sería lo mejor, aunque no supiera cómo lograr que Helena no sufra, debía poner blanco sobre negro. Sabrina no quiso dejarlo solo. Con este pensamiento, ambos fueron hasta las oficinas del Juzgado Federal, donde trabajaba Helena, le pedirían reunirse. Irían ese mismo día.
El colectivo partió puntualmente de la terminal, Helena se despidió con lágrimas de calles que no volvería a transitar. Sería acompañada por la imponente figura del cerro Ancasti hasta abandonar su tierra natal y con un sordo adiós desaparecería. Cerró los ojos diciéndose a sí misma: “Ya está echo”. Sintió un alivio inesperado y sin darse cuenta se durmió.
La secretaria del Juez López les informó que Helena estaba en el segundo piso y se demoraría un poco en regresar. Julián miró el reloj, faltaban cinco minutos para las diez, esperarían.
A las diez en punto tembló la capital de Catamarca, el edificio del Juzgado Federal literalmente se desplomó a causa de la explosión. Luego de varias horas encontraron a Julián junto a Sabrina, abrazados en un sueño eterno. El socorrista a cargo revisó las ropas de Julián, encontró un teléfono celular y simplemente apretó “redial”.
Helena atendió el llamado mientras miraba horrorizada las imágenes de la televisión. El localizador indicaba el número de Julián y presurosa quiso decirle que se hallaba bien cuando del otro lado escuchó un voz desconocida que le decía: “Si Ud. conoce al dueño de este celular vaya a la morgue del hospital San Juan Bautista y reconozca los restos de la bolsa 18. Gracias”.
Volvió, fue al hospital y reconoció dos bolsas. Julián y Sabrina estaban definitivamente juntos.
Helena lloró.