Catamarca letras

sábado, septiembre 02, 2006

Si pudiera escribirte ...

Catamarca, 31 de Marzo de 2003
Querido Juan:
Una carta , si pudiera escribirte, tan sólo una carta. En ella te daría lo que hoy no tienes. En ella te contaría cómo te ven mis ojos. Podría decirte que no debes estar como estás. Comprenderías... y por fin dejarías de sufrir.
Tu nombre es el mismo que han tenido muchos grandes. Tus oídos jamás dejaron de escuchar, desde un sabio consejo hasta el arrullo de tu bebé al decirte papá. Por eso se que si pudiera escribirte, oirías. Porque por tu hombría de bien y lo fantástico que resulte, nunca dejarías de oír lo que tengo que decirte.
Me duele verte así, no lo muestras ante los demás, tu esposa te ve íntegro, en el trabajo hasta haces chanzas y juegas con tus niños. Pero yo te observo y comento a quienes me acompañan sobre mi impotencia.
Quisiera acariciarte cuando estás allí, escondido, acurrucando tus treinta, en un rincón llorando, escondiendo tu orgullo de varón. Qué nadie te vea. Noto que el fuerte dolor te tienta. Y dentro del llanto desconsolado escucho tu letanía... ¿Por qué...? ¿Por qué se fue, si yo lo quería tanto y siempre estuvimos juntos?. Ahora que podía disfrutar de mis hijos como yo lo disfruté. ¿Por qué Dios, por qué?.
En tí me veo reflejado, comparto tu dolor, si bien a mí no me ha tocado pasar por esta experiencia, te entiendo. Tu corazón parece abierto, no sólo puedo verlo, también sentir hasta en la médula el desasosiego que te embarga.
Entonces pienso, si pudiera escribirte... No te daría explicaciones que no tengo, pero sí podría decirte que no padecí demasiado por mi enfermedad que tan rápido me trajo hasta aquí, te diría que no debes ya sufrir pues contigo siempre estoy, en todas partes.
Te acompaño y a veces imagino tomándote de la mano cuando estás por cruzar una calle. Miro y aprendo los detalles de tu trabajo, como cuando eras niño y miraba tus deberes de la escuela. Ya no eres mi pequeño al que debo en parte educar y por cierto malcriar.
Tu congoja parece contagiosa, el verte llorar me afecta, no el motivo de tu llanto.
Mi pequeño gran niño, desearía abrazarte, que acurruques tus treinta entre mis brazos y coloques tu cabeza de hombre grande debajo de mi cabeza anciana, que juntos nos mesamos, y yo te cante una canción infantil.
Pobre mi niño, ya crecido. Acurrucando tus treinta, en un rincón estás llorando, ocultando tu orgullo de varón, no puedes con el dolor. Pobre mi niño, se ha muerto tu abuelo.

Quien nunca te abandonará... abuelo Ricardo