Catamarca letras

sábado, septiembre 02, 2006

El contratista de deseos

El individuo contaba incansablemente, sumaba y sumaba. No podía creerlo, en solo dos años había logrado celebrar 618 423 contratos, ni uno más ni uno menos. No cabía duda, aunque resultaba increíble.
- En fin, si la gente supiera hacer el trámite, pero no, lo que pasa es que nadie les enseña como corresponde, le dicen “pide y se os dará” y listo, creen que con eso le dan una herramienta poderosa a las personas. Y bueno, yo estoy para eso y hago el contrato.
Aunque es verdad, al que pide le dan, pero ¿qué le dan?. Exactamente lo que pidió. Me acusan de tramposo, pero en realidad estoy atento, alguien pide y ahí nomás le hago el contrato; ellos lo firman cuando reiteran el pedido, o bien cuando piden con tanto empeño que tal o cual cosa ocurra. Ninguno piensa en cuánto les va a costar, ya sea que le otorguemos nosotros o la competencia lo solicitado, todos cobramos de alguna forma y a veces debemos hacerlo tan rápido que se le factura ahí nomás. Pero el tema es que no saben y a un pueblo ignorante... se lo puede dominar.
- ¿Existe algún caso en que no le otorgan lo que piden?
- Por su puesto, no todas las personas saben lo que quieren y otras piden imposibles. Fíjese el caso de Martiniano Jiménez, el pobre tenía pólipos en las cuerdas vocales, siempre fue ronco y vivía obsesionado, quería formar parte del coro provincial, ser locutor, poder vitorear a su equipo favorito, todo lo que natura no le dio. En un caso así no se le lleva el apunte, ya que su cuerpo no sirve para lo que pide; y ¿qué cree que hace el hombre?, se pone a rezar, mañana, tarde y noche, esperando un milagro. Así es que le hago el contrato de todas maneras y cuando él siente que le van a otorgar lo solicitado se queda tranquilo, esperando.
- Entonces ¿le otorgaron lo que el pidió?.
- En eso estábamos, pero espere que, como verá la cosa no es tan sencilla; resulta que Genoveva, la esposa de Martiniano también pedía, no sólo por el deseo de su marido sino también por dinero, ya que la economía familiar andaba mal y todo eso. Aparte la hija mayor, Felisa, no podía embarazarse y también pedía que ocurriera un milagro. Yo celebré todos los contratos.
- ¿Y qué pasó?
- Los muchachos de computación procesaron todo y producción primero mató a Martiniano en un accidente de tránsito, ya que el tema de los pólipos no daba para más y la viuda pudo cobrar el seguro, luego la hija quedó embarazada y tuvo mellizos, uno de ellos era el mismo Martiniano, vuelto a nacer y ya a los 3 años cantaba maravillosamente.
- Entonces... ¿todos felices?
- De ninguna manera, le dije antes que deben pagar por el pedido. Fíjese como terminó una partecita de la historia, no podemos saber las consecuencias posteriores hasta que no acontezcan, pero para muestra basta un botón ¿verdad?. El otro mellizo nació sordomudo y los chiquillos quedaron huérfanos de madre ya que Felisa murió luego del nacimiento, sin poder conocer a los niños que tanto deseaba y con dolores insoportables, el padre se dejó arrastrar por la depresión. El nacimiento, el velorio, la internación por complicaciones previas al parto, medicamentos, análisis y todo lo que se pueda imaginar le llevaron el dinero a Genoveva y la endeudaron aún más. Luego de tantos disgustos se preguntaba “¿para qué?... ¿para qué pidieron estas desgracias”, sirviéndole de sano consuelo las suaves sonrisas de sus nietos.
- Sin embargo, Ud. seguirá trabajando en esto
Por su puesto, pero yo mi trabajo lo hago y parece que bastante bien, en cualquier momento paso a supervisor de área. Aquí, en esta administración se vive del dolor humano y yo proveo.