Catamarca letras

sábado, septiembre 02, 2006

El pique

29/4/04
La tarde caía levemente, el crepúsculo entregaba sus tintes rojizos a los cañaverales, los que, erguidos sobre las márgenes del río Medina corriendo suavemente quebrada abajo, agitaban fastuosos sus crestas al compás de la leve brisa, plenos de vida. Abierto su paso a través de la tosca ligeramente amarronada de la llanura tucumana, el agua bebía, sorbo a sorbo, el paisaje reflejado en ella. Sobre el espejo agitado, aparecían diversas imágenes, ora el cañaveral, ora el firmamento con tímidas estrellas, ora un niño pescador. La estrecha ribera daba lugar a un cuerpecito, de ojos marrones y tez morena, que con manos temblorosas sostenía una pequeña y delgada caña, inclinada sobre el agua y en cuyo extremo se encontraba atado un hilo de pescar, invisible.
El niño observaba fijamente la roja y blanca boya mostrando alternadamente sus colores, mientras era agitada levemente por el correr del agua, trayendo el recuerdo del trompo obsequiado en su cumpleaños. El agua ocultaba parte de la línea tendida, donde con manos habilidosas había colocado el anzuelo mojarrero y una minúscula plomada. Sobre la superficie el hilo se agitaba siguiendo el ritmo marcado por el conjunto, hasta que de pronto, comenzó a tensarse y aflojarse como a tironcitos, la caña reflejó esto en pequeñas sacudidas sacando al niño de su abstracción. Vió la boya hundirse y reflotar, el tirón se hizo más fuerte y duradero, la boya por fin se hundió y las marrones aguas del río ocultaron definitivamente sus colores. El niño sorprendido comenzó a tirar de la caña. Se emocionó por el pique del pez, por fin pudo pescar, era su primera vez. Tiró y tiró hasta que vió salir un agitado pez pescado por su boca y con la la caña en alto, en puntas de pie, fue tomando el hilo y acercando la presa hábilmente capturada. Sujetó el fruto de su accionar con cierta dificultad, lo observó, vio su lucha por sobrevivir, sus contorsiones, su pequeñez. Con suavidad le quitó el anzuelo clavado en el labio inferior y al ver que lo lastimara inetriormente le pidió perdón. Recordando a su mamá lo devolvió al Medina. Ya casi estaba oscuro, era hora de volver a casa.