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sábado, agosto 26, 2006

Nubes amarillas

Nubes amarillas

Alicia se levantó tempranito, para ir al trabajo. Abrió los ojos y vio la ventana cerrada. Se preguntó: “¿Qué hora es?. ¿Dónde está el reloj?”. Luego, parada en medio de su habitación de soltera, llevándose la mano a la cara, y como quitando algo de los ojos, reflexionó: “Pero si hoy es Domingo, no tengo que salir, menos mal”.
De todas formas, antes de reunirse con su cama de plaza y media y después de pasar por el baño, abrió la ventana, aún estaba oscuro. Se felicitó a sí misma pues ahora podría dormir más luego de despertarse. Total el Sol no entra directo por esa ventana, dicho lo cual volvió a las Tierras de Morfeo(16).
Fue allí precisamente donde soñó con un caballero muy atento, educado y galante que la cortejaba. Dicho personaje logró enamorarla con sus actitudes y hasta le propuso matrimonio. Siempre dijo que ella era la mujer ideal para formar una familia y que su clara intención era la de hablar con sus padres a fin de pedir su mano.
Ella aceptó y se comprometieron fijando fecha para el casamiento, que ocurriría, según nuestro héroe, “cuando las nubes que estén justo sobre nosotros tengan un color amarillo, que sean nubes amarillas. Este detalle revelará que nuestra vida matrimonial será venturosa”.
La claridad penetró en la habitación de Alicia y logró despertarla con suavidad. Ella estaba todavía soñando con su caballero, con su vestido de bodas, mirando al cielo y viendo como tres nubes amarillas los cobijaban.
Terminó de despertarse, remoloneó un poco en la cama y por fin se levantó. Puso los pies en tierra y recuperó el sentido de la realidad, de esa que le tocaba vivir: Soltera aún, pasados ya los treinta y a pesar de que no se consideraba la más fea, no había logrado formar una pareja estable. A veces se preguntaba si no era demasiado idealista con respecto a los hombres, pero la verdad es que le había tocado cada uno... que mejor perderlos que encontrarlos.
Ninguno había sido tan galán como ella prefería. Solo en los sueños existen, se decía y lo confirmaba con lo ocurrido esa mañana. De todas maneras, el sabor de que algo bueno le pasó, aunque sea en el sueño, lo quería conservar. Decidió salir a pasear por el parque de la otra calle y se puso ropa de gimnasia.
Ató su rubia, lacia y larga cabellera, formando la conocida “cola de caballo” con una cinta verde, que ocasionalmente hacía juego con el color de sus grandes ojos, redondos al igual que su rostro, de cutis dorado, nariz pequeña, labios finos y delicados, ubicados sobre un pequeño mentón bien definido. Las facciones eran armoniosas declarando a una bella mujer.
Su estilizado cuerpo se estiró como desperezándose. Comenzó a dar unos saltitos con sus zapatillas blancas, a modo de precalentamiento, tomó las llaves, salió de la casa, cerró y se fue trotando rumbo al parque.
Alberto había decidido salir esa mañana, ya llevaba varios días de encierro obligado dibujando planos de un edificio y calculando las estructuras y los presupuestos, pero ya no daba más. Quería, necesitaba un poco de aire.
Desde que falleció su madre se sintió sin motivo para continuar, como sin rumbo. Decidió dedicarse de lleno al trabajo, que en un principio lo ayudó a sobrellevar el duelo. Sintió mucho que ella fuera a reunirse con su padre, después de casi 10 años, ya que siendo único hijo pasó a ser todo para su madre y ella para él. Treinta y cuatro años cumplió tres días antes de la muerte de la autora de sus días, la que padeció una larga y a su criterio injusta agonía. En fin, dijo para sí, como resignándose a su suerte.
Alberto se hallaba sentado en un banco del parque cuando vio acercarse un figura femenina que destacaba del paisaje no solo porque estaba en movimiento sino porque irradiaba algo inexplicable, definido por él como encanto femenino, que iba más allá de la belleza exterior, era la interior que se expresaba a través de la figura angelical de Alicia. Tal era la opinión de Alberto, quién lamentó que sus ropas no fueran las apropiadas para acompañarla en el trote. Pero no podía dejarla pasar sin tratar de atraer su atención.
Se sintió incómodo por estar sentado, así es que cuando vio que ella se acercaba se puso de pie y con las manos trataba de quitarse las arrugas del pantalón y se acomodó un poco la camisa. Luego, al pasar la mano derecha por la cara recordó que no se había afeitado, como era Domingo...
Alicia no tenía novio pero algo de hombres entendía y haciéndose la distraída vio con agrado la preocupación de aquel buen mozo por estar arreglado al acercarse ella, gesto que además la halagó.
Pudo observar algunas características de aquel hombre que le atraía, como por ejemplo su altura, debía pasar con facilidad el metro ochenta y cinco y su cabello castaño oscuro. “Es corpulento, mejor no lo miro más, a ver si piensa mal”, pensó. Así es que dio vuelta la cabeza observando unos árboles que apenas se agitaban con la brisa reinante y con la mano derecha se pasó una pequeña toalla por la frente, lamentando no haber traído algo para refrescarse.
A esa hora de la mañana el sol se hacía sentir. Alberto observó con sus grandes ojos color café y sin pestañear el paso de Alicia, la vio secarse con la toalla y detectó el movimiento involuntario de ella para mirarlo, justo cuando pasaba frente a él. El impacto fue inevitable, Alberto y Alicia dejaron ver sus sonrisas y él con gesto galante se agachó simulando dejarla pasar. Esto le hizo gracia y se sintió aún más halagada.
“¿Qué puedo hacer?” se preguntó Alberto, entonces corrió hasta el quiosco del parque y revolviendo con premura sus bolsillos, sacó unas monedas y compró un botella pequeña de agua mineral, con la intención de ofrecérsela a tan bella y agradable dama. Solo esperaba que pase cerca suyo nuevamente.
Alicia quería dar otra vuelta, no tanto por el ejercicio en sí, como por ver si el caballero que le sonriera seguía allí. Lo que le gustó a ella es el gesto de bondad presente en ese rostro de cutis trigueño. De inmediato reparó en que el cielo estaba parcialmente nublado y prestó especial atención a tres nubes en particular. Detuvo su trote, miró primero sus pies y luego las nubes. Se asombró al ver esas nubes de color amarillo, recordó su sueño y experimentó una sensación de que algo agradable pasaría. Reanudó el trote como sintiéndose con más seguridad, pensó en ese caballero, en el del sueño y en que él la dejara pasar con una reverencia. Sonrió y pidió que el verdadero no se haya marchado. “Dios dirá”, fueron sus palabras.
Alberto la vio llegar nuevamente y escondió la botella detrás suyo, con la mano izquierda y cuando ensayaba una nueva reverencia los dos se miraron y comenzaron a reír. Alicia detuvo su marcha, Alberto le alargó la botella escondida y con un gesto de complicidad le dijo: “Bella princesa, mi nombre es Alberto”. Ella, aún riendo estiró su diestra y con voz grave le dijo: “Galante caballero, mi nombre es Alicia”.
Sin mediar una razón, los dos, unidos aún por el saludo miraron al cielo y vieron las tres nubes amarillas, casi sobre ellos. Alicia guardó para sí una sonrisa.
El casamiento se hizo al aire libre, cerca del mediodía y volvieron las tres nubes amarillas. Se ubicaron en esta oportunidad exactamente sobre los novios, como en el sueño. Ambos las miraron y dieron el sí.
Alicia le contó su sueño a Alberto durante la luna de miel que hicieron con motivo de sus bodas de plata, recién cuando ella consideró que su sueño se había realmente cumplido.

LÁPIZ ROTO

LÁPIZ ROTO

Fue cuando era niño que la maestra le encargó una tarea, tenía que dibujar a su familia: El papá, la mamá, a su hermano menor, la tía, los abuelos y si había alguien más que quisiera, que lo dibuje.
Carlitos era un niño de carita redonda, cabellos castaños y ojos vivarachos, grandes y color miel. Contaba por ese entonces con 6 años, y tenía gran entusiasmo por las cosas de la escuela.
Cuando se puso a dibujar le pidió a todos los de la casa que lo dejaran solo, pues tenía algo muy importante para hacer: Nada menos que el retrato de su familia. Comenzó por la mamá, dibujándola con una gran cabellera rizada, ojos grandes, cuello laaaargo, con pollera a cuadros, zapatos marrones y pequeños, brazos y piernas delgados y manos grandes, de 6 dedos cada una y con una gran sonrisa. Siguió con el papá, que ahora poseía un sombrero de copa, era más alto que la mamá y en el dibujo estaban tomados de las manos, grandes también. Lo dibujó con un traje azul y camisa blanca, de ojos pequeños, cara alargada, con bigotes, negros zapatos grandes y serio.
Siguió con gran entusiasmo el dibujo, pero no hizo a su hermano ni a su tía. Pensaba que no debían entrar en ese dibujo y prefirió sorprender a la maestra con dos dibujos, éste que la había salido tan lindo y otro con el resto de la familia.
Desde la cocina la mamá lo llamaba para tomar la leche de la tarde, pero Carlitos ansiaba terminar su dibujo, quería ponerle árboles, nubes, algunas amarillas, otras celeste clarito, otras blancas y el Sol en el medio de dos montañas que se recortaban en el fondo de tan grande obra de arte, donde no faltaba la casa por cuya chimenea salía humo blanco y el consabido caminito rodeado de flores.

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A punto de cumplir sus 18 años, Carlitos se sentía todo un hombre. Como ya sabía manejar y era tan correcto para hacerlo, que muchas veces le prestaban el auto. Hoy debía llevar a sus padres de visita al médico pues su papá estaba con un ataque de dolor en la cintura y no se podía mover. Tenían que cruzar toda la ciudad, pasar por la zona de camiones y una vez que llegaran al puente del río doblar a la derecha 4 cuadras. Fácil dijo Carlitos, ahora Carlos, como le gustaba que lo llamaran.
Fue allí, precisamente en el puente, que el camión le resultó gigante, le pareció un gigante que los aplastaba. Lo que le parecía era realidad, el gran camión se les echó encima y semejaba a un toro enfurecido por la violencia con que los arrastró, los puso al borde del puente y con la fuerza que aún conservaba hizo que cayeran sobre el río, con poca agua en esa época del año.
Mientras caían Carlos gritó que se hagan como un ovillo, para evitar tantos golpes, acto seguido apagó el motor y los tres elevaron una plegaria con el pensamiento.
El sonido de las sirenas despertó a Carlos, se vio rodeado de bomberos que le hacían preguntas y le daban indicaciones, para salir. Pudo girar un poco la cabeza y ver a sus padres, encogidos para evitar los golpes, tomados de la mano. A pesar de que los hierros retorcidos daban un toque triste a la imagen, Carlos recordó su dibujo de los seis años y se dijo para sí que ellos siempre estarían unidos, unidos por esas manos grandes que ambos poseían y que ahora se hallaban inertes. En la otra mano de su mamá, y sin explicación para él estaba su cartuchera de lápices, la misma que usó en la primaria, con cierre y de cuerina azul. Alargó la mano, tomó el estuche que parecía nuevo y sacó de allí lo único que contenía, un lápiz negro, su lápiz, el de los seis años, el que usó para dibujar a papá y mamá cuando le pidió la maestra. El que usó para ese dibujo que todos elogiaron. El lápiz negro que en el accidente se rompió, ahora era un lápiz roto.
Luego se enteraría que lo mismo le ocurrió a sus padres y que el camión que los arrastró fue a dar contra un árbol ya que se había quedado sin frenos.

Una mano grande se posó en su hombro y lo sacudió, apartándolo de sus pensamientos y de su dolor, una voz le indicaba que saliera del automóvil ¡Vamos, vamos! ¡Tenés que salir! ¡Vamos!, tenés que salir Carlitos. ¡Apurate a tomar la leche que tenés que salir con la tía!
Carlitos abrió los ojos, vio la cartuchera azul, giró su cabeza que aún estaba apoyada sobre la mesa y la imagen de dos manos grandes unidas lo llevó a la realidad nuevamente. Escuchó como música celestial las palabras de su mamá que además le anunciaban la llegada de papá.
Carlitos saltó de la silla, abrazó fuertemente a sus padres, les dio besos en las manos y las caras y les dijo, con voz fuerte: ¡Los quiero un montón! y ¡nunca, nunca se me a romper un lápiz! ¡nunca!
Los papás se miraron, levantaron los hombros, pusieron un gesto de asombro, se rieron sin entender las palabras de Carlitos y le dijeron que se apure a tomar la leche pues tenía que salir.

Preso político

Preso político

- ¡Vamos, mocoso! ¡Roberto Reales!, !Vamos te digo, carajo!. ¡Apurate que te venís con nosotros, mier... , te vamos a enseñar a hacerte el zurdito!. ¿A ver cómo te queda ésta?
Allí fue como comenzó la odisea de Roberto, con un culatazo de Itaca en la cara. No alcanzó a poner la mano en esta primera herida de guerra, que el empujón que le dieron para que se mueva lo arrojó al piso. Estaba entre dormido y dolorido, trastabilló y cayó sobre sus padres que se hallaban en el piso, doña Clara tratando de aliviar a su esposo Cándido Reales luego de que recibiera una trompada de estos atacantes que vestían uniforme verde, casco y armas propias del ejército, los mismos que patearon la puerta de entrada cuando eran las 2 de la mañana de esa cálida noche de domingo.
- ¿Qué van a hacer con Roberto? Gritó la señora. ¿A dónde lo llevan? ¿Quiénes son ustedes? ¿Son policías, son gendarmes?. A no, ya veo, son militares del ejército. ¡Quiero ir con ustedes, no quiero que lleven a mi hijo, yo voy a hablar con sus superiores y aclararemos las cosas! ¡Tengo derecho a saber dónde lo llevan y por qué! ¡Denme sus nombres y rango, dónde se desempeñan y quiénes son sus superiores! ¡Exijo una explicación! ¡No se lleven a mi hijo!
Fueron las últimas palabras que pronunció Clara, desde la vereda de su casa, inútilmente proferidas al aire que quedaba detrás del Falcon Verde que partió ráudamente, como escapando ante un hecho del que nadie jamás podría sentir satisfacción. Como escapando de un hecho delictivo, de la escena del crimen.
Crimen sí, pues debemos añadir más dolor a Clara. Al ingresar nuevamente a la casa recordó que su esposo se hallaba tirado en el comedor y corrió a verlo. Ya estás descansando, pensó interiormente. Vio que Cándido alcanzó a cerrar los ojos y podían verse sus manos juntas como rezando, como pidiéndole a Dios por ese hijo, su segundo hijo, de apenas 19 años.
El médico dio las condolencias a Clara, le informó que Cándido falleció de un ataque cardíaco y que iba a hacer lo posible por averiguar algo acerca de Roberto, se despidió sin esperar respuesta de Clara, ya que su mutismo era ostensible.
Nunca volvió a hablar, pero siempre quiso saber qué había ocurrido con su hijo, por lo cual se dirigía por notas a todas las autoridades que podía, hasta le envió una emotiva carta al Presidente, pero ni aún ésta le fue respondida. Los pedidos de Habeas Corpus nunca dieron resultado, ni la Iglesia con sus curas y obispos la pudieron ayudar. Nadie sabía dónde se podía encontrar Roberto Reales.
El médico que atendió a su esposo, era amigo de la familia y logró algunos contactos que le permitieron averiguar que a Roberto lo habían llevado a una especie de campo de concentración, que había sido torturado para que “vendiera” a otros “colegas” de extracción política y que no soltó palabra nunca, pues no tenía nada para decirles, no sabía nada.
La tortura de Roberto no solo fue física, sino también psicológica. Le hablaron pestes de su novia, le dijeron que sus padres habían muerto odiándolo por el disgusto de que él perteneciera a los subversivos y tantas barbaridades más que lograron afectar su psiquis, a tal punto que ya no coordinaba ni sus reacciones, ni sus movimientos, mucho menos sus pensamientos.
Roberto no entendía nada, pero la falta de visitas de su gente querida, a ese lugar de detención, le confirmaron lo que escuchó por ahí, es decir en la celda de al lado, y es que él Roberto Reales era un preso político.
El médico siguió apelando a sus contactos para estar al tanto del paradero de Roberto. Un día cualquiera le informaron:
- Parece que hubo un intento de fuga y los milicos mataron a todos.
Esta noticia hizo perder las esperanzas a los allegados a Roberto, sólo quedaba cambiar las oraciones, ahora por su eterno descanso.
El día anterior al del intento de fuga, Roberto fue trasladado a otro centro de detención, para usarlo como ejemplo de lo que pasa cuando no quieren hablar, y como involuntariamente “colaboraba” en la causa militar, empezaron a tratarlo más decentemente. Al menos ya no lo torturaban.
Sus captores pensaron que se había vuelto loco, le dieron de comer un poco más y lo liberaron, en algún lugar de su cuidad, cerca de la Iglesia de San Cayetano abrieron la puerta del Falcon, lo hicieron bajar, le pusieron un sándwich en la mano y le dijeron chau.
Roberto ya no recordaba su nombre, sólo que era un preso político, que sus padres habían muerto odiándolo y que él no había hecho nada, nada, pero era un preso político.
Una niña de unos 11años se le acercó y le preguntó como se llamaba, él respondió: preso político. Al parecer la niña no entendió, pero en un acto de caridad ante un desvalido, propio de un alma inocente, le tomó la mano y lo llevó hasta la parroquia. El sacerdote lo recibió con un poco de desconfianza, pero no podía negarle su ayuda. También le preguntó el nombre, la respuesta fue la misma que le diera a la niña.
Dos años estuvo Roberto ayudando en la parroquia de San Cayetano, realizando tareas de limpieza y mantenimiento, a cambio de casa y comida. El sacerdote decidió ponerle por nombre Juan, recordando a su Apóstol preferido. Así el nuevo Juan empezó a hacerse querer por la comunidad parroquial. Lo trataban bien, lo querían, tenía abrigo y pan. Como si la sociedad quisiera ahora recompensar tanto daño, quizá en un intento por restaurar el Equilibrio Universal.
Clara, aunque no hablaba, recibía todo el cariño y la comprensión de sus vecinos. La acompañaban sobre todo los Domingos a la tarde, esa parte de la semana que se pone particularmente triste.
Doña Soledad, una viuda vecina de Clara, la invitó a ir a rezarle a San Cayetano, ya que su hijo no andaba bien en el trabajo y quería ayudarlo. Tomaron el colectivo y llegaron a la Iglesia, unos minutos antes de comenzar la misa. Doña Soledad fue a hablar con el sacerdote, pues se quería confesar. Clara se ubicó en un banco cerca del altar sobre el ala derecha, justo el lugar que solía ocupar Roberto, ahora Juan.
Y el destino volvió a unir esas dos almas, Roberto-Juan se ubicó al lado de Clara, la miró sin reconocerla y le sonrió como a todas las personas que asistían a la iglesia. A Clara el corazón le dio un vuelco, un nudo en su garganta no le permitía respirar, reconoció en esta persona a su querido Roberto, no daba crédito a sus ojos, pero sí a su corazón de madre. Le dio un tirón a las ropas de su compañera, para llamar su atención pero ésta no alcanzó a entender lo que quería decirle. Soledad miró a Juan, le sonrió y siguió atendiendo al Evangelio que leía el sacerdote.
A Juan le pareció cara conocida la de esa particularmente simpática señora, aunque no la había visto nunca por allí, en estos dos años. Sus miradas se volvieron a cruzar y se sonrieron otra vez.
Clara, con lágrimas en los ojos no podía creer este milagro. Entre el nudo en la garganta y el llanto a flor de ojos, pensaba en el beso que se darían, en el abrazo. Trató de recuperar la calma, y luego de más de tres años de mutismo Clara articuló sus primeras palabras:
- Roberto ¿Sos vos?
Roberto – Juan se sorprendió al principio, pero al escuchar la voz que desde niño le cantara el arrorró, se disparó dentro de su mente la memoria, que acudía presurosa, a recordarle su verdadero nombre. Roberto le respondió que sí con la cabeza.
Ambos no sabían qué hacer, si abrazarse, besarse, querían secar sus lágrimas que salían a borbotones, no podían ver. Clara exclamó ¡Roberto, hijo mío! y él respondió fuertemente ¡Mamá!.
En ese momento, el sacerdote observó la escena, sonrió con satisfacción e invitó a todos los fieles a darse fraternalmente la Paz.
Clara abrazó a su hijo y le dijo al oído, con una voz dulce y transparente:
- Que la Paz sea contigo hijo mío.
Roberto respondió:
- Que la Paz sea contigo Mamá.

Querida Mamá:

Querida Mamá:
Catamarca, Viernes 17 de Septiembre de 1999
Querida mamá:
Te escribo la presente con motivo del Día de la Madre, esperando que Vos, Papá y Graciela con todos los suyos se encuentren bien. Por aquí estamos todos bien, esperando el nuevo Bebé de Laura (lleva 8 meses) y haciendo unos gastos necesarios, ya que compramos una cocina marca Siam y se nos quemó la heladera así que compramos otra, marca Eslabón de Lujo; las dos son blancas y además justo terminamos de pagar el coche. Todo lo demás sigue como venía. Ya compramos el Moisés para el Bebé y hoy le pinto el pie que estuve preparando.
Verónica trabaja en el Casino, Abel en una estación de servicio Esso, Laura sigue en los Telecentros, Marcelo tiene dos trabajos: en el Casino y en un lavadero de autos, Cecilia estudiando igual que Lucía y Javier.
Quisiera que le hagas llegar un saludo muy especial a Graciela(5), la nueva Nonna, por el Día de la Madre, decile que la quiero mucho y que la extraño, que le mando un beso grandote. Que cuide a Julián y a las nueras. Que no sea muy “suegra”. Un afectuoso abrazo a Ángel y a los muchachos y las chicas (¿Viste que ya hay mujeres en la familia Chela(5)?). Un beso a todos de tu hermano que te quiere.
Te escribo ésta carta Mamá, como te decía, por lo del Día de la Madre, porque hoy me
levanté pensando especialmente en vos. Quería decirte que es maravilloso poder tenerte, es emocionante saber que estuve en tu panza, saber que me quisiste siempre y yo muy rebelde a tu cariño nunca te he correspondido como vos querías, pero te quiero MAMÁ...
El solo hecho de nombrar esta palabra mágica me coloca al lado tuyo aunque la distancia del terreno que nos separa diga lo contrario.
Como buen hijo soy ingrato, pero al encontrarme hoy en mi madurez como hombre, me siento aún niño y quisiera, a veces, poder correr a tus brazos y pedirte que me consueles ante mi dolor, o que compartas mi alegría.
Va a nacerte un nuevo Bisnieto, va a nacerme un nuevo Nieto, la vida pasa y continúa, pero algo de todo esto permanecerá inalterable y es que vos sos mi Mamá y como diría la canción de Pappo: “Que nadie toque a mi Vieja, porque mi Vieja es lo más grande que hay”.
Mujer naciste, querida Mamá, y Dios te ha dado la gracia de poder tener hijos y un esposo a quiénes supiste cuidar siempre. Nunca podremos ser lo suficientemente agradecidos con vos. Sabemos que la vida te fue dando el lugar para que seas, pero sabemos también que nunca, nunca te escapaste de la vida, siempre supiste ser fuerte para los contratiempos y si algo debo agradecer de todo el bien que nos hiciste y seguís haciéndonos a todos, es tu Amor por nosotros, tu Amor por Papá.
Querido Papá: Agradezco el Día en que conociste a Mamá y el día en que decidiste unirte a Ella Para toda la Vida. Creo Papá que valió la pena, ¿no te parece?.
Gracias Mamá por hacer que todos tengamos a Papá. Gracias Papá por hacer que todos tengamos a Mamá.
Mi deseo es que Dios los mantenga unidos como hasta ahora y que sigan siendo siempre Mamá y Papá.
Hace ya casi 47 años que dejaron de ser Alba y Gelindo y se convirtieron en Papá y Mamá, luego pasaron a ser La Nonna y el Nonno y ahora ya son la Bisnonna y el Bisnonno.
Pero la unión entre nosotros cuatro, Alba, Gelindo, Graciela y Armando permanecerá inalterable por el fin de los tiempos, siempre, siempre serán dos seres maravillosos que nos dieron toda su vida. Siempre serán Mamá y Papá.
Su hijo que los quiere y extraña: Armando

¿Cuál es el error?

¿Cuál es el error?

Cuando niño se me inculcó que debería poner mucho cuidado antes de hacer algo que implique cierto riesgo, así que siempre tuve una especial aprehensión antes de realizar alguna tarea que no fuera de las ya acostumbradas y que realizaba correctamente, como las ayudas a mamá atendiendo su almacén y fiambrería.
En cierta oportunidad yo insistía en haber conectado correctamente una llave para encender una luz y saltaban los fusibles cada vez que probaba. Supongo que éste y algunos otros casos parecidos habrán hecho que los mayores perdieran la confianza en mí y me lo hicieran saber, a tal punto que me transformé en un temeroso de cometer errores pues los demás (incluidos mis pares) me criticarían y por lógica sufriría.
Vivíamos en Ituzaingó, partido de Morón, en la provincia de Buenos Aires y siendo mis padres inmigrantes italianos de la década del 50 no tenía yo tíos, ni abuelos, ni primos. Pero como todo niño los necesita... pues tenía entre mis vecinos mayores a mis "tíos" .
Uno de ellos vivía exactamente al lado de mi casa y siempre me permitía entrar a su casa como si fuera la mía (me llamaba la atención si pedía permiso). Es el "Tío Moreno", tal el apodo de Andrés Domato, de profesión bancario. Él me invitó en una oportunidad a emplear un banco de trabajo, la amoladora, la morza y la perforadora que como hobbista había instalado en un cuarto al fondo de su casa, asimismo me prestaba todas sus herramientas; esto se debía a que yo había comenzado con mis estudios de nivel secundario en una escuela industrial y según suponía el tío Moreno me haría falta realizar algún trabajo para la escuela, así que ponía todo a mi disposición para que yo trabajara.
¡Nada menos que a mí! ¡A mí, que era un torpe por naturaleza!. Me sentía honrado y aún se lo agradezco, a pesar de tener ya 45 años.
Por el año 1969, aquí en Argentina a la edad de 12 años los niños comenzaban la escuela secundaria, es decir luego de la primaria de 7 años y dentro de las carreras posibles se hallaba la del Industrial, que nos capacitaba como técnicos en alguna especialidad y también nos permitía ingresar a los estudios superiores. Hoy en día me gano la vida gracias a esos estudios que me permiten mantener a mi familia, trabajando en el ámbito docente.
En las prácticas de taller, en ajuste mecánico me atrasé en la entrega de mis trabajos y la fecha límite se acercaba; no tendría tiempo para terminarlos en la escuela, así es que acudí a la oferta del tío Moreno y decidí utilizar la perforadora de banco y la broca(20) de 4mm. Recordaba que en los talleres de la escuela nos inculcaron que debíamos cuidar las brocas pues muchos alumnos las empleaban y eran de alto costo, especialmente las de acero rápido (éstas últimas yo las identificaba por ser más brillantes que las de acero al carbono).
Resolví realizar la única perforación que necesitaba, con una broca de 4mm, en una planchuela de cerca de 5mm de espesor y entonces..... ¡ocurrió el desastre!. Me encontraba perforando suavemente y le adicionaba lubricante a fin de mejorar el corte de la herramienta cuando de pronto aumenté la presión y... ¡pam!, se rompió la broca. ¿Qué podía yo hacer, sabiendo que por una torpeza mía eché todo a perder? No sólo se trataba de la rotura de la herramienta sino que además defraudaba a quien había apostado por mí y perdía todas las posibilidades de utilizar ese mini - taller, y todo lo que nunca más iba a tener...
Tales eran los agobiantes pensamientos que entonces albergaba ese niño de apenas 12 años. A su vez uno a esa edad se considera ya responsable de sus actos y por ende trata de resolver los problemas que se presentan, así es que en lugar de escaparme literalmente del asunto decidí componer la situación, esto es, reponer la broca rota y... aquí no ha pasado nada.
Fui entonces, con gran temor, hasta la ferretería de un vecino a preguntar cuál era el verdadero valor de una broca de acero rápido y así poder valorar mi situación, la que determinaría si requeriría del auxilio de mis padres o podría yo solo con esta "causa". Fue entonces cuando me di cuenta de la exageración con que los maestros de taller hablaron acerca del costo de una broca, ya que el valor no superaba los $2 (equivalente a unos 2 dólares), cifra realmente insignificante dada la "magnitud de la tragedia". Me di cuenta que yo solo podría enfrentar fácilmente la situación. Compré la broca y la repuse tomando la precaución de retirar los restos de la anterior y supuse que si no volvía trabajar por un tiempo nadie se daría cuenta de la barbaridad laboral que había cometido. Ya vería cómo entregar el trabajo en término.
Pasaron unos días y el tío Moreno me vio en la calle y me dijo: " Decime Armando, ¿a vos no se te rompió una mecha de 4mm"?. Mi primera respuesta fue ponerme blanco del miedo que tenía, pero respondí que sí y que me perdonara, que ya nunca iba a volver a trabajar en su mini-taller y que nunca más cometería ningún error parecido y que todas mis excusas eran pocas, pero en realidad la situación me había superado y etc., etc., etc. De todas maneras le pedí que me indicara cómo se dio cuenta de lo sucedido, a lo cuál respondió que fue a realizar un trabajo con la mencionada broca y notó que era nueva y como yo era el único que había trabajado en su taller, bueno... la deducción lógica...
A continuación me interrogó de esta forma: ¿sabés por qué se te rompió la mecha? ¿sabés qué fue realmente lo que ocurrió?. Le dije que sí, que era un tonto y un bruto y por no saber manejar correctamente las herramientas se rompió la broca y que además era un estúpido que nunca me doy cuenta de nada y que nunca podría hacer nada bien y no sé cuántos insultos me proferí a mí mismo. Ante esta situación me respondió: "No es verdad que seas un tonto y todo eso que has dicho. Lo que ocurrió fue que estabas trabajando y las herramientas se les rompen a las personas que trabajan. A los que no hacen nada no se les rompe ninguna herramienta. “Quédate tranquilo”, agregó, “puedes ir a trabajar a mi casa cuantas veces necesites y ya sabes que la próxima vez que te ocurra algo solo te pido que me lo hagas saber, así le buscamos la solución juntos.
Y presté más atención a esa frase que dice " El que no trabaja, no comete errores y ese, es su mayor error".
A partir de allí comencé mi carrera de no temer ante los acontecimientos de la vida cotidiana, claro que no fue fácil pero en ello estamos.
Hoy vivo con mi esposa, tres de nuestros 5 hijos y un nieto, en nuestra casa de Valle Viejo en la provincia de Catamarca. Luchamos y tratamos de ser felices, sin detenernos, sin dar lugar a los miedos, pues hemos aprendido que los miedos nos paralizan.

Para uno, para todos

Para uno, para todos
Catamarca, 14 de octubre de 2000

Querido soldado de Malvinas:
Te escribo la presente esperando te encuentres bien, al igual que yo.
Se que no me conoces y quizá no tengas oportunidad de hacerlo. De todas formas a ti sí te conozco, soldado desconocido de Malvinas, soldado conocido que a pesar de tus 18 años y sin experiencia militar alguna dijiste ¡Si! a la libertad de tu Patria, la misma que hoy y ayer compartimos.
Porque se te pidió un grito de coraje, se te pidió un acto de arrojo, o muchos actos de voluntad, de valentía. Se te pidió, se te obligó a que demostraras ser hombre y no te hiciste rogar ni esperar.
Nadie le mezquinó a esta tierra, nadie se ocultó, nadie le dijo ¡No!. Nadie, del común de las personas se negó. Todas las madres se desprendieron de sus hijos, que los militares de turno convocaban nada menos que al frente de batalla. Que los militares de turno convocaban a la muerte y enviaban a nuestros chicos de Malvinas a morir.
Queda la duda de si fue para defender nuestra Patria o los mezquinos intereses de algunos poderosos. ¿Me queda la duda? o tengo la certeza de lo ocurrido.
“¿Adónde te llevarán hijo mío? ” Se escuchaba en una casa de Morón. “¿Dónde te llevarán hijo mío?” Se escuchaba en una casa de Dean Funes, en una de Olta, en una de La Banda, en una de Gral. Pico, de Río Cuarto, de Rawson, de Ushuaia, de Andalgalá, de Luján, de
Clorinda, de Resistencia, de Posadas, de Ituzaingó y en cuanto rincón tuvieran las Madres Argentinas un hijo para dar a la Patria, un hijo para el frente de batalla, un hijo para que sea carne de metralla y en todos esos lugares la respuesta fue la misma: “¡Voy a defender mi país!. ¡Quedate tranquila Vieja, voy a estar bien!”.
Y por último contacto el beso en la frente que el niño, ahora hombre, daba a su madre, como un símbolo de protección que él otorgaba a quien hasta recién lo amparaba.
“¡Chau Vieja! ¡Te quiero un montón!”. Se escuchaba en todos los rincones de nuestro territorio.
Y partiste hacia el sur, cargado de ilusiones, de temores, de sabores raros en tu boca, de ganas de ganar esta guerra y que por inútil, estúpida y sin justificación que fuera, tú ibas a lucharla.
Lo que no imaginaste ni por un momento fue que te tocaría pasar frío, sed y hambre en esas islas tan inhóspitas, nada menos que a mediados del otoño. Creíste que te vestirían con las ropas militares del ejército, con uniforme de batalla, pero nunca pudiste prever que esos vaqueros comunes o de marca serían tus únicos pantalones, que la camisa que te planchó la vieja y los pulloveres que ella tejió o te compró serían tu único abrigo, que tendrías que ponerte varias medias juntas. Todas ropas de tu casa, que tu viejo compró. Nunca pensaste que a pocos metros de las bases argentinas pasarías necesidades elementales, como que te faltara agua o comida, nunca lo pensaste.
No podías creer cuando te contaron que tus conciudadanos enviaban cigarrillos y chocolates, alimentos de todo tipo para tratar de aliviarles el trago amargo, no podías creerlo porque nunca llegaron.
Y vos que fumabas, tuviste que darle al teniente la medallita de la comunión a cambio de dos paquetes de cigarrillos, que a su vez compartiste con tus compañeros de lucha, pues no tenían nada que canjear.
El paso del tiempo allí en Malvinas te demostró quiénes eran los verdaderos valientes, que el coraje y el valor de defender a tu país lo llevabas vos y no quienes te hicieron llegar hasta allí; quizá porque eso se necesitaba y las autoridades no lo tenían. En fin: alguien tenía que morir por la Patria y ese alguien eras tú.

Viste a muchos compañeros tuyos que quedaron en esas desoladas tierras, algunos amigos, otros conocidos y todos compañeros de esa etapa tan importante en tu vida.
Volviste, por eso puedes
leer esta carta, volviste y no puedes creer, aún te asombra que finalizada la última batalla, se acabaron las muertes. Te sorprendió que los milicos ingleses, profesionales de la guerra te llamaran “bambino”, es decir niño en italiano. Y siendo prisionero recibiste comida caliente y fuiste encerrado en la bodega de un barco. Te sorprendió que te trataran con corrección, mejor que tus jefes, a pesar de ser tus enemigos.
Recuerdas a tu compañero que no entregó la bandera, que cuando vieron que los atraparían se vistió con ella, a modo de ropa interior, dispuesto a jugarse si lo descubrían. Ese muchacho, otro soldado desconocido como vos, te dijo que lo último que haría sería entregar su bandera, nuestra bandera y que antes deberían pasar sobre su cadáver y aún después de muerto no la entregaría pues si su alma se desprendía del cuerpo, también lo haría el alma de la bandera, el alma de su país. Que no interesaba morir por ella, lo importante es que ella no muriera. Después de todo él tenía un cuerpo que podían arrebatárselo y la bandera entregaría un trozo de género coloreado, pero nunca, nunca entregarían sus almas.
El abrazo que le diste y las lágrimas que escaparon de tus ojos en ese momento, dejaron perplejo al guardia que los vigilaba.
¿Y el chico de Monte Kent, que lo dieron por muerto?. El vivía en Bulogne, en el gran Bs. As. Vos tuviste que cargar el carromato con tus compañeros muertos luego de la batalla, pero no mirabas los rostros, no podías, no querías reconocer a nadie, todos estaban muertos aseguraba el enfermero que pasaba antes que vos. No mirabas los rostros pero algo te dijo que al chico de Boulogne lo mires, casi como un acto reflejo, y al verle la cara te pareció que sonreía, lo volviste a mirar y la sonrisa cambió de forma. Movía el rostro y supusiste que no se trataba de un acto reflejo post-mortem, estabas seguro de que vivía. Llamaste a tu superior y te dijo: “¡Déjese de pavadas, soldado!. Pero vos porfiaste, te sacaste la manta que te cubría y lo tapaste. Fue tanta tu insistencia que otros chicos te ayudaron y comprobaron tu sospecha; así es que tu compañero fue, con un balazo en la cabeza, al hospital de campaña, de allí al del continente y luego al de Bs.As.
El general B. paseaba por el hospital para saludar a los heridos, para que le cuenten sus experiencias y para que los chicos-soldados crean que los acompañaban desde el alto poder de La Patria.
Te reías cuando te contó el chico de Boulogne que el general B. se le acercó e interesado por su salud le preguntó: “¿Y a Ud. soldado, qué le pasó?”. A lo cual le respondió: “¿Y a Uds. gral., qué les pasó?”.
En fin, historias que tu conoces desde adentro y a las que yo refiero queriendo hacerte llegar de alguna forma este
reconocimiento, aún después de 19 años. Que no pienses que fuiste olvidado.
Pretendo que estas líneas sirvan como reconocimiento de un ciudadano común y sin poder a otro ciudadano común que demostró ser poderoso.





Gracias

¡Gracias a los chicos!

¡Gracias a los chicos!



Enero de 1984, eran las 15 Hs y transcurría una bella jornada de Domingo, con Sol y un cielo totalmente despejado.
Decidí entonces que la conexión de los cables no podía esperar más, ya que resultaba incómodo encender el foco cada vez que uno ingresaba a la vivienda, teniendo que atravesar toda la sala; por otro lado el tipo de conexión estaba previsto en el diseño y yo me ganaba parte de la vida como electricista..., en fin no tenía excusas válidas y sí una necesidad.
Tomé mis herramientas (alicate, destornillador, cinta aisladora, pinza y cinta pasacables), desconecté la energía y comencé a desarmar los dos artefactos portalámparas que necesitaba, además de los dos interruptores.
Revisando las conexiones ya hechas y verificando que todos los cables tenían el mismo color, me costó trabajo saber cuál debía ser cortado, cuál añadido y a cuál agregarle un nuevo cable conductor. Esto me obligó a conectar y desconectar en varias oportunidades la energía y no teniendo ningún elemento que me avise cuándo había corriente, no advertí que iba directo a meter mis dedos en una caja de tomacorrientes que tenía, allí esperándome, nada menos que a 220 Voltios.
Esa tarde apacible del Gran Buenos Aires, tranquila y sin viento, de calor... mis cinco hijos (¡Los chicos!) se hallaban jugando en el parque de la casa, mi esposa Margarita (por ese entonces la llamábamos Beba) decidió tomar una ducha y yo comencé la tarea que les refiero; mientras mi vecino Juan Carlos, dos años mayor que yo, realizaba un trabajo en su hogar, alambrado por medio.
Nacido en 1956, pensé que ese sería mi último año en esta tierra, de no haber sido por... ¡Los chicos!.
Así es que con la energía conectada e ignorante de ello me dirigí directamente a ese tomacorrientes que me aguardaba con sus 220 voltios, rebosantes de salud y dispuestos a atravesar mi cuerpo..... Brrrr... Brrrr..., su sólo recuerdo aún me hace temblar.
Destapé la caja del tomacorrientes, lo hice a un lado e introduje mi dedo meñique derecho a fin de retirar unas basuritas que suelen acumularse en estos lugares , todo absolutamente normal hasta que, por no estar prevenido, toco con la parte media del dedo, del lado de la palma, el tornillo del tomacorrientes que tenía conectado el polo vivo. Me encontraba arrodillado, con pantalones cortos y hojotas, es decir sin aislación... y allí fueron los 220.
Sabido es que la corriente eléctrica provoca la contracción muscular, por lo que siempre se recomienda tocar los artefactos eléctricos con el dorso de la mano, pues así no podrá contraerse y asirse al elemento con energía.
Anteriormente he recibido varias descargas eléctricas, pero siempre daba un tirón y me desconectaba; cuando ocurría esto decía: ya se va, ya se va y agitando la mano lograba zafar. Pero en esta oportunidad las cosas no fueron así, yo decía: ya se va, ya se va y no se iba. Deduje entonces que si no lograba desconectarme iba a morir allí y, lejos estuve de preocuparme por mi vida en sí, no tenía ningún temor, sólo atiné a pensar en que los chicos quedarían sin padre y por ende...
En ese magno momento solo vi la necesidad de que a ellos no les falte un padre y pensé: ¡Y los Chicos!. Obviamente la situación no era del tipo poética precisamente, sino que debía resolverse de inmediato, así que instintivamente giré sobre el pie derecho y me impulsé hacia delante, cargando con mis entonces ochenta y tantos kilos sobre el dedo mayor del pié derecho, y logré, no desconectarme, sino arrancar los cables y parte de la cañería (tal era la contracción muscular), dando fin a la situación.
La nota de humor en todo esto estuvo dada por que en el momento difícil, instintivamente emití un grito que Margarita jamás olvidará (según sus dichos) y que obviamente oyó desde la ducha, tras lo cual salió tal cual Dios la trajo al mundo. No fue la única en escuchar el grito, también lo hizo Juan Carlos, mi vecino, quien abandonó de inmediato lo que estaba haciendo y corrió los 40m de alambrado que nos separaban. Mientras yo me reponía, arrodillado en el piso le grité a mi esposa: ¡Beba... metete al baño que viene Juan Carlos!
Cada vez que recuerdo lo vivido en esa oportunidad, pienso que fueron mis hijos los que me salvaron... ¡Los Chicos!

Julio

Julio


A veces lo miro pasar y me recuerda cuando yo tenía su edad, unos treinta años, más o menos.
Con su negro cabello corto, no siempre peinado, sin ninguna cana aún y esa tez apenas morena, camina por la vereda de la plaza con dos de sus tres hijos que lo ven como un hombre alto, aunque no supera el metro sesenta y cinco, en su bien proporcionado cuerpo.
Su rostro refleja hombría de bien. Es una de esas personas que desean estar allí donde uno lo necesita y sufre porque sus ocupaciones de padre y esposo no le permiten llegar a todos lados.
A veces se deprime, otras se halla agobiado frente a los compromisos que uno debe afrontar. Veo en él cómo a veces duele ser hombre y uno busca cobijo. Pero su único lugar está allí donde él debe cobijar a los demás.
Duele ser Hombre, duele hacerse Hombre. Pero no en vano dicen que a fuerza de golpes...
Tiene nombre de poderoso y quizá su poder íntimo lo exprese a través del arte que Dios puso en sus manos. Refleja claridad para plasmar aquello que ha imaginado o sentido, es capaz de ir directamente al grano.
Puede decirse que es un hombre honrado, que lucha a brazo partido contra su propia imperfección, siendo para muchos un ejemplo de sentimientos nobles puestos sobre la mesa a la hora de tirar los dados.
La fuerza de sus músculos no son más que el reflejo de su permanente ejercitación interior por salir adelante.
Quizá por sus muchas virtudes y sus pocos defectos, quizá por su lucha en la cual veo la mía también. ¿Quién sabe por cuál quizá?, me gusta que nos hayamos conocido.

Ayer te vi, hoy sigues aquí

Ayer te vi, hoy sigues aquí

Se acerca el mozo y le pido un café. Aquí estoy, sentado en la mesa de este bar, que me permite ver hacia fuera ese conjunto de imágenes se posan instante tras instante en su vidriera, como una ventana omnipotente.
Desde este pequeño rincón se puede ver a la gente pasar, se pueden apreciar sentimientos, se pueden “ver” ojos felices, rostros demacrados por el agobio o por las enfermedades. Solo es necesario que nos pongamos a observar con detenimiento, ningún detalle escapará.
Allí se acerca a la ventana del bar, subiendo, maletín de cuero en mano, anteojos con bordes metálicos y lentes fotocromáticos que la luz del casi mediodía han oscurecido.
Allí se acerca a la ventana del bar, subiendo. Su altura le cae bien en ese rostro un tanto cuadrado, dándole un toque de intelectualidad en un cuerpo proporcionado. Piernas acorde a la altura enfundadas en un pantalón negro y completando el traje un saco de solapas anchas sobre una camisa blanca abierta y poblada de bordados que a la distancia cuestan definir.
Cambia de mano el maletín, agacha levemente la cabeza, sin querer el largo lacio pelo que la adorna cae sobre el rostro, se quita los anteojos y en un gesto característico de las mujeres obliga al cabello a retornar a su lugar. Fue en ese instante en que nuestras miradas se cruzaron y allí pude ver el oscuro marrón de sus grandes ojos, reflejando sorpresa, quizá por sentirse observada por alguien.
Se ve en ella a una persona joven, dinámica y con empuje. Sin duda es inteligente y lo que aún no dije: bella.
Su andar permite ver que pisa fuertemente con los talones, como dejando impronta en todos sus pasos, impidiendo pasar desapercibida. Nadie puede ignorar su presencia. El breve lapso que me permitió verla quizá no se repita, sin duda, mayor será el que dure su recuerdo.

Para la pequeña

Para La Pequeña

Se detuvo un momento a mirar por encima de su hombro, escoba en mano, a la otra habitación y vio a su hija esforzándose en un nuevo intento por obtener algo melodioso de aquél veterano y un tanto derruido instrumento musical: el piano del abuelo.
Recordaba aún el día de su nacimiento, no fue un parto difícil, pero esas ansias de conocerla, de estrecharla en su pecho y verla, mirarla.... No cabía en sí misma de la emoción de que un ser, otro ser, partiera de sí. Ella que nunca pensó ser tan importante como para que Dios se ocupara de hacerla mamá.
Pero después de ocho años de aquél increíble momento, la seguía mirando sin creer aún que sea hija suya. Ese sentimiento, por momentos contradictorio no la eximía del sentido responsable de la educación de su niña.
La pequeña alzó la vista y la mirada se cruzó con la de su mamá, automáticamente ambas se sonrieron como una señal de ese pacto no escrito que hay entre dos seres unidos, más que por lazos de sangre, por lazos de amor.
Al ver la sonrisa de su mamá sintió amor por esa mujer joven que hacía mucho más de lo que se podía con sus escasos recursos económicos y sabía que no debía exigirle, pero ella amaba el piano y sus sonidos perfectos, entonces intentaba una y otra vez coordinar su oído con sus manos. Quería paladear el placer de escuchar el piano y ser su ejecutora.
¾ “¡Ay querida!, ya te dije que no perdieras más el tiempo queriendo sacar algo de ese pobre piano. No solo ya es viejo y un tanto desafinado sino que no sabemos quién podrá darte un buen ejercicio musical para que le tomes el gusto a sentarte frente a él. Ven ahora y ayúdame en las tareas de la casa”.
Mientras la niña secaba los platos le comentaba a su madre:
¾ “¿Sabes que ocurre? Veo a otros chicos que tocan tan bien el piano y los que todos admiran..., en cambio yo, por más que intento e intento no logro nada bueno. Solo consigo molestar con mis sonidos disonantes y la falta de armonía al unir las notas musicales. En fin, más que música parece ruido, ¿No mami?. Tendré que dedicarme a otra cosa y abandonar este sueño, pero es que me gusta tanto, me siento feliz, como flotando en el aire cada vez que alguien interpreta bien algún tema, especialmente en piano. Imagino si fuera yo la que lo lograra. No sé si me entiendes. Cosas que se me meten en la cabeza, pero ya se me va a pasar”.
Las dos se pusieron a reír.
Pero la franqueza, la fuerza con que la niña hablaba del tema y sus permanentes esfuerzos, hicieron que la mamá tomara la decisión de hacer reparar y afinar el piano y que su pequeña tomara clases , para que ese anhelo no formara parte de la interminable lista de sueños frustrados de la humanidad. La cosa era cómo... pero siempre hay una salida, pensó.
Y así, mágicamente, consiguió trabajo extra, ya que una comerciante de la zona le pidió que cocinara tortas y pasteles para vender en su negocio.
Comenzó a cocinar lo que le solicitaban con la firme intención de que el dinero recaudado fuera para la reparación y afinado del piano. Luego si la tarea seguía en marcha podría pagar las clases de la niña.
Llegó a reunir lo suficiente para que el piano fuera reparado y afinado. El técnico que lo atendió le habló de las bondades de un instrumento semejante y le recomendó que lo cuidaran.
Antes de comenzar con las clases, la niña saltaba de contenta. Pero la señora que les compraba las tortas enfermó y tuvo que cerrar su comercio.
Esto no tiró atrás el empeño de la mamá en lograr las clases de piano para su hija. Así que tomó coraje, decidió ir a ver a ese músico que vivía cerca de allí, plantearle su dificultad económica y su resolución de no perder más el tiempo esperando la oportunidad de tener dinero suficiente, temía que su hija abandonara ese sueño pensando en las dificultades que le ocasiona.
El músico, un tanto huraño en el trato, comprendió los sentimientos de la niña y se ofreció a ayudarla en lo que estuviera a su alcance, pero no garantizaba nada pues no sabía qué iba a hacer, tenía múltiples ocupaciones y el tiempo no le era suficiente.
Luego de unos días apareció el músico por la casa de la niña, pidió permiso y se sentó al piano. Tocó la nota Mi, hizo un gesto de admiración y comenzó a componer un tema musical, dejaba de tocar y anotaba en un papel, tocaba otro poco y anotaba. Finalmente escribió e interpretó toda la obra, se levantó bruscamente, dando por terminada su tarea. Saludó y salió de la casa.
La niña corrió a la calle y tirando de sus ropas le dijo:
¾ ¡Gracias, señor! Es muy bella la canción que preparó para mí, me sentiré más segura frente piano.
Como no escuchaba muy bien, el músico se agachó, entonces la pequeña y frágil niña, abrazó el cuello del gran compositor y le dio un sonoro beso en la mejilla, que por un momento lo sorprendió, pues no estaba acostumbrado a recibir afecto.
El hombre, de alborotada cabellera, un tanto desconcertado se levantó e interrogó a la niña:
¾ ¿Cómo te llamas?
¾ Elisa, señor, Elisa - Respondió poniendo sus manos como bocina
Encantado Elisa... encantado, mi nombre es Ludwig.

Haikus

HAIKUS (desordenados)


Trinos anuncian ¡Corre, agua fresca!
El Sol despunta ya ¡Serpentea ya tu fin!
Árboles cantan ¡Llévale vida!


Ellos los pájaros Nieves eternas
Anidan amorosos Descansan sobre tí
Cantan en paz Cima del mundo


Sonoras tañen Alegran hoy
Campanas mensajeras Alegraron ayer
Yendo y viniendo ¿Alegrarán?


Tañen a duelo Cuencos vacíos
¡Oh!, si el dolor acecha, Imagen fantasmal
Ellas lo dicen Lúgubre llama


Te miro y entiendo Solas están
Tu bello nombre, mágico Dulces damas nocturnas
Planeta azul ¡Oh! flores bellas


Rayos de Sol Ramas floridas
Iluminan el todo Perfumando la noche
Llegan candentes Dulce mi sueño


Peculiar eres Llena el silencio
Bella dama cobriza el canto de coyuyos
Negro azabache siesta y verano


Tu luz impacta Verde y rosado
Afrodita marina desde el cerro admiro
la noche oscura Flores, Lapachos


Hebras plateadas Bellos colores
Son flores otoñales Amanecer florido
Te adornan, dulce Anoche, sombras


Sintiendo luces Blanco rosal
Admirando sabores Me ofreces una flor
Colores, sombras Bello atardecer


Dulces azahares ¡Ah! Generosa
Olor a primavera Tu mágico amparo
Estela blanca Ingrato soy





1/2
A ti me acerco Te siento libre
Aspiro tus aromas Con un caminar grácil
Rosal plateado Joven muchacha




Estilizada Aromas dulces
Cuentas pocos años Perfume sin igual
¡Ah! La Juventud Pampa, sol y alba


Flor en naranjos
Perfuman los azahares
Camino blanco

Haikus

HAIKUS (desordenados)


Trinos anuncian ¡Corre, agua fresca!
El Sol despunta ya ¡Serpentea ya tu fin!
Árboles cantan ¡Llévale vida!


Ellos los pájaros Nieves eternas
Anidan amorosos Descansan sobre tí
Cantan en paz Cima del mundo


Sonoras tañen Alegran hoy
Campanas mensajeras Alegraron ayer
Yendo y viniendo ¿Alegrarán?


Tañen a duelo Cuencos vacíos
¡Oh!, si el dolor acecha, Imagen fantasmal
Ellas lo dicen Lúgubre llama


Te miro y entiendo Solas están
Tu bello nombre, mágico Dulces damas nocturnas
Planeta azul ¡Oh! flores bellas


Rayos de Sol Ramas floridas
Iluminan el todo Perfumando la noche
Llegan candentes Dulce mi sueño


Peculiar eres Llena el silencio
Bella dama cobriza el canto de coyuyos
Negro azabache siesta y verano


Tu luz impacta Verde y rosado
Afrodita marina desde el cerro admiro
la noche oscura Flores, Lapachos


Hebras plateadas Bellos colores
Son flores otoñales Amanecer florido
Te adornan, dulce Anoche, sombras


Sintiendo luces Blanco rosal
Admirando sabores Me ofreces una flor
Colores, sombras Bello atardecer


Dulces azahares ¡Ah! Generosa
Olor a primavera Tu mágico amparo
Estela blanca Ingrato soy





1/2
A ti me acerco Te siento libre
Aspiro tus aromas Con un caminar grácil
Rosal plateado Joven muchacha




Estilizada Aromas dulces
Cuentas pocos años Perfume sin igual
¡Ah! La Juventud Pampa, sol y alba


Flor en naranjos
Perfuman los azahares
Camino blanco

Vienes al mundo

Vienes al Mundo


En circunstancias especiales
La Divinidad decide,
Nos designó tus actuales padres
Y en su libro nos inscribe


No podemos renunciar a tal decisión
Con letra grande en el libro figura
Papá y Mamá son la ecuación
De esta novel partitura


En tu vida anterior elegiste
Dónde continuar tu obra
Con un nuevo cuerpo te envolviste
Y te presentas en este ahora


Nos sorprende la proposición
Que no queremos rechazar
Te traeremos, será nuestra acciónY ayudaremos a tu obra continuar.

LLegaste

Llegaste


Tu belleza es inmaculada
Has nacido hoy, más antes: ¿dónde estabas?
Quizá en otro planeta, con otra figura
Quizá esperando el llamado actual de natura
Aguardando o gestando con tu acción
La causa que te trajo como bendición.


Luego de un largo caminar
Decidiste por fin un nuevo lugar
Elegiste dónde volver a nacer
Con quiénes poderte desenvolver
En esta continua evolución
Honrados estamos por tu elección.


Alta responsabilidad nos encargaron
Quienes a nuestras manos te entregaron
Hacer de ti un buen ser humano
Desde tan pequeño, que cabes en mi mano
Eres un suave y tierno bebé... llorarás
Más el pecho de Mamá te alimentará


Aquí en casa te cuidaremos
Tus necesidades cubriremos
Que Dios nos de vida
Para acompañarte en esta ida
Arribaste a nuestro hogar,Aquí tienes un lugar.

Tierra, mi hogar

Tierra, mi Hogar


Para calmar mis dolores
Tienes todos los elementos
Para la cura de mis sinsabores
Y eliminar mis sufrimientos


¿Por qué tan necio he sido
Y no he aprovechado
A tu lado crecido
Vivir el bien esperado?


Buscando ser rico
No tuve miramientos
Hasta alterar tus ciclos
Con mis oscuros pensamientos


Creyendo encontrar la felicidad
Tus secretos intento develar
¿Quién el derecho me da
De a tus entrañas arribar?


Como Madre que eres
Alimentas mi esperanza
Sabes qué debesPuedo ser feliz con tu enseñanza

Mi planeta azul

Mi planeta azul


¡Ay, Tierra querida!
¿Quién cuidará de ti?
¿Quién como a mí me cuidas?
¡Ay! Tierra querida


Tus árboles mato,
Digo que para mi confort
Tu piel arrebato,
Por metales de brillante fulgor


Veo lo que te hice, Tierra
Veo lo que aún te hago
¿Que podré ahora hacer , Bella?
¡La bola ya se ha lanzado!


Advertir a las generaciones futuras
Para frenar el impulso
¿Quién escuchará mi locura?
Vivimos todos de tu pulso


Tierra, que ya has de gritar
Que no te toquen más
¡Basta ya de humillaciones!¡Basta ya de aceptar vejaciones!

Cuando dije...

CUANDO DIJE...


Cuando dije que quería verte
en realidad quería tenerte
tomar tus manos y ayudarte a cruzar
el arroyo, ese que llega a la mar
y así deslizar mi calor
a tus palmas y a tu corazón.


Cuando dije que quería verte
en realidad quería tenerte
Por un momento disfrutar
de tu suave aroma, de tu palpitar.
Aspirar tu alrededor, contener el aliento
no perder este, mi alimento.


Cuando dije que quería verte
en realidad quería tenerte
Dejar atrás otros pensamientos
abstraerme de mis sentimientos
solo disfrutar esta experiencia
en que mi alma yace sin defensa.


Cuando dije que quería verte
en realidad quería tenerte
Oír tu cándida voz, arrobarme
Con tus cánticos, enamorarme
¡Ah!, si pudiera no dejarte partirretenerte... para no morir.

Yo, tu tester

YO, TU TESTER

Aquí estamos, frente a frente, tu y yo, tu tester, y la consigna es que escribas lo que siento.
Porque no importa si hoy no me empleas para trabajar, sé que me tienes cariño y por ese sentimiento es que aún estoy contigo... funciono, si me lo permites, eres mi dueño y no estoy roto.
Sé que mis formas regulares y mis colores llamaron siempre tu atención, especialmente el día en que me viste en la vidriera del negocio.
Contentos llegamos a casa, para mostrarme, primero a Margarita y luego a los chicos, y contar que por fin podías tener un tester.
Fue tu anhelo poseer a alguno de nosotros desde que el Tío Diego te mostró el suyo y hoy tengo yo ese privilegio.
Fue a Javier, tu hijo, al primero que le enseñaste cómo emplearme, cómo tratarme y qué características tengo.
Pasé al estante de tu taller el día en que se me cortó un cable y debías reponer mi batería. En ese entonces, tu cuñado Juan José, le obsequia a Javier un colega mío, con otra tecnología, digital, y sé que no por desprecio, sino por comodidad, lo empezaste a utilizar.
Paso mis días viéndote desde mi estante, mirando cómo trabajas y siempre que logro que tus ojos se posen en mí, te pido, te recuerdo, lo que necesito de ti para volver a servir.





Tester: Instrumento de medición electrónico, conocido también como multímetro.

Despedida

DESPEDIDA


Querido Amigo:
Te escribo esta carta, aunque ya sabemos los dos que será la última que te escriba, pues estás por partir.
Ya me has contado que al enterarte, comenzaste a hacer revisión, a mirar en forma retrospectiva. Que has logrado dibujar en tu mente el mapa de la corta vida que has llevado hasta ahora. Sabes que tus próximos pasos serán pocos.
Recuerdo la imagen de tu mamá, cuchillo en mano, untando dulce en el pan que nos serviría como merienda, junto con la taza de chocolate que aún hoy sigo saboreando. ¡Qué estampa de vida familiar y de amigos!, niños todavía. Creo que allí nació nuestra amistad.
Fue por el libro de Rosita que empezamos a pelear aquel día, la única vez, y en medio de la lucha comenzamos a reírnos. ¿Por el libro o por Rosita?. Creo que nunca revelaremos este secreto.
Quisiera detener esta despedida, para que deje de ser tal, Amigo.
¿Qué potestad pudiera tener en mis manos?. Salvo hablar con Dios, que me deje ser instrumento para que este final, previsto ya, cambie de curso.
Quizá logres romper esta cadena, la que te tiene atado al mundo. Quizá logres la libertad, esa que nos motivaba en nuestra temprana juventud. O quizá logres, tal es mi anhelo, que volvamos a jugar como niños otra vez.
¡No quiero que te vayas, Amigo!. No sé por qué. Si es porque temo quedarme solo o por que te envidio.
Pegaré una estampilla en el sobre, para que reavive el recuerdo de esta ciudad, la que tanto te gusta, la que llevas grabada en tu retina.
No te aflijas por tu mamá, ella está bien y yo la cuidaré, le ayudaré con sus cosas. Además está ese dinero que ahorraste cuando trabajábamos juntos, hasta tu accidente. Sabes que la quiero mucho.
Nunca pensé en decir estas palabras pero..... No puedo dejar de expresarte mis sentimientos. Aquí la vida continúa, las cartas están echadas sobre la mesa. Debes partir y debes hacerlo con tranquilidad, hermano. Una parte de mi corazón irá contigo, otra me acompañará hasta que tú me hagas llamar.
Necio soy al decirte que nos cuidaremos en este mundo. No me doy cuenta que tú serás el que nos ampare, pues llegarás antes y más cerca de Dios que nosotros.
Beberás la miel, dulces serán tus días.
Te cuidarán luego que zarpes. No más dolor ni angustias, tendrás alivio en tu conciencia, beberás la más pura de las aguas y podrás aliviar el dolor de tus heridas.
Ya no lidiarás más con trapos, para limpiar vidrios. No más armarios que ordenar ni sillas que reparar, ni puertas que cerrar. Ya no irás a rezarle a la Virgen, pues con ella estarás. Ya no más mirar la hora en el reloj, ya no más limpiar el piso del café.
Todo para tí será de maravillosos colores: Azul... rosa... verde..., que podrás ver con su verdadera belleza.
Hermano, amigo, ya no me queda más por decirte en esta breve despedida, que no podrás leer, pero sin duda motivará en ti estas palabras:
Gracias Mamá por leerme la carta de Juan.




Tu amigo Juan

Carlos y Tú

CARLOS Y TÚ

Te vio una vez, a bordo del colectivo
ese que siempre tomaba, volviendo.
Oyó tu voz al hablar con el chofer
y ya no pudo dormir nunca más
pocas palabras dijiste, pero tu voz...
¡Ay esa voz!
incomparable sonido que lo enamoró

Imaginó un futuro lleno de sones
destacó entre ellos el tuyo propio
Imaginó tu palabras susurrando en su oído
solo hablando de amor, vibración hermosa

Te siguió con la mirada, registrando dónde bajabas
No perdió de tí detalle, ni la hora ni el día
Más él no sabía, cómo hallarte, cómo acercarse
Viajó durante años en el mismo colectivo
A distintos horarios, con tal de ubicarte.
Más tuvo por fin que convencerse
de su triste realidad, no te podría encontrar.
Ya Carlos se cansa de andar en colectivoSin embargo... insiste.

Gente y soledad

GENTE Y SOLEDAD

Siento la soledad, este peso de estar solo
no es aburrimiento, es dolor
dolor por no tener ese brazo donde apoyarme
dolor por no tener ese hombro donde enjugar unas lágrimas.
Desazón, desamparo.

Miro a mi alrededor... nadie
Miro más allá... nadie
¡Cuánto dolor!
mi espalda ya se dobla
bajo el peso que me agobia


Miro y busco, no veo a nadie
Aunque la calle está llena de gente
miro y no veo a nadie.

Nieto y abuelos

NIETO Y ABUELOS

Te veo con tu alegría de niño corriendo por el parque entre pequeñas estatuas: Un hongo, una gallina con sus pollitos, y hasta un soldado Alpino, ese te resulta gigante, todos de cemento.
Te veo con tu alegría de niño corriendo entre las cosas de los abuelos.
Pinturas en las paredes, el cantero de piedra lleno de las flores que puso la Nonna.
Veo tu alegría de niño, disfrutando del césped cortito, de la mesa de jardín, del piso de la casa encerado, del dulce aroma de la merienda, de las caricias del Nonno.
Veo tu alegría de niño, tu alegría de nieto y te pregunto ...
Tu respuesta no se hace esperar:
¡Es que la casa de los abuelos es encantadora! ¿No te parece?

La cita

LA CITA

Te espero en esta plaza, la misma de todas nuestras citas.
Te espero en este banco blanco, el mismo de todas nuestras citas.
Hace ya tanto que no te veo
Hace ya tanto que te espero
No sé qué te diré cuando te vea, ¡hola! quizás
No sé qué te diré cuando te vea

Ya estás llegando, veo tu figura
Pareces más alta que hace cinco años
Te acercas. ¡ Esperaba tanto este momento!
Se atropellan mis palabras queriendo salir al unísono
Se ordenan y algo coordino a modo de saludo
¡Estás muy hermosa con ese sombrero!
Y tu ¡gracias! se funde en este beso tantos años esperado.
Tu ¡gracias! se funde en este beso añorado.

El mar por la mañana

EL MAR POR LA MAÑANA

Despierto, es un tranquilo amanecer, el Sol se recorta en el horizonte.
Despiertan los pájaros, todo toma un tono vital
¡Amanece!. El Alba anuncia la llegada de un nuevo ciclo
El mar ruge con vitalidad floreciente
Despierto
Amo esto que me pasa, el nacimiento del día junto a la inmensidad.
Me gusta el mar por la mañana.

Mujer que esperas

MUJER QUE ESPERAS


Con tu dulce espera comienza
un nuevo ciclo de vida y amor
con tu dulce espera avanza
la demoledora fuerza que vence al temor


Cuando estamos apesadumbrados y faltos de vigor apareces tú, con tu vientre pujante
cuando solo pensamos que todo es oscuro y sin color trayendo luz a nuestro rincón, a nuestra constante

Fe en Dios nos da tu actitud amorosa
Esperanza de una vida llena de Paz
Gracias Mujer por ser tan dadivosa
Gracias por este ejemplo que nos das

Una misión en La Tierra

UNA MISIÓN EN LA TIERRA


Me dijeron un día, que no por casualidad estábamos
que a este mundo por amor nos asomábamos
que el hombre no debe morir sin saber
qué motiva su paso, su vivir aquí, su deber
¿Qué misión misteriosa rodea la existencia?
Amores y dolores, tienen aquí residencia.


Como hijos comenzamos, somos casi nada
sin embargo ¡A cumplir la misión encomendada!
Con cariño nos trataron, nos arrullaron
con esperanza a la vida nos motivaron
para que podamos al fin crecer
y nuestra tarea llevar al atardecer.


Como menospreciando aquello que nos dieron
¿echando por la borda lo que ellos hicieron?
escapo de sus tiernas manos hacia las de una mujer
buscando quién sabe,... si al amor renacer
Camino que a los hijos nos toca, no por huir
¿Quizá alguna empresa debemos concluir?


¿Cómo pensar que tan ingratos somos, si nos forjaron?
al prepararnos, parte de su misión completaron.
¿Cómo pensar que no hay designio amoroso, misión sagrada?
A través de ellos vinimos a completar una tarea antes encomendada No podríamos provocar dolor o alegría, sin un justificable fin
La carrera ha comenzado, como la de todos aquí.


Necio sería pensar que Papá y Mamá no atravesaron
por la misma situación, que ellos fueron criados sin una noble misión Imposible discriminarlos de la suerte común, quitarlos del camino ¿qué argumentos para no permitirles que forjen su destino?También ellos dejaron Padres por llevar a cabo la tarea encomendada desde lo alto, sin mayor espera.

¿Amamos?

¿AMAMOS?

¿Cuántos de nosotros sabemos si amamos?
¿Cuántos somos los que creemos?
¿Acaso en el amor confiamos?
¿Acaso al amor nos asomamos?
¿Sabemos si lo sabemos?
¿Qué del amor conocemos?

Al amor nos dicen que debemos
abrir las puertas de par en par
¿A quién, si no le conocemos
más que como gota en el mar?
La esperanza no nos abandona
y la necesidad de eso desconocido nos aprisiona.

Incrédulos somos, ignorantes del porvenir
¿De dónde saco que el amor me hará feliz?
¿Tal vez un recuerdo de antaño
cuando aún no había nacido, cuando estaba por venir,
quién sabe si supe al amor tener a mano
antes de, a este mundo, partir.

Eligieron a Mamá Alba para mí
A Papá Gelindo para ayudarla a vivir
Juntos fueron la panza, la cuna y mi habitación
Hasta que un día decido, fuera de allí encontrar el amor Qué incertidumbre rodea nuestros pasos, a la hora de partir y con la ingratitud pagamos, pues los hijos somos así.

Más, ¿Quién dice si al amor hallamos?
Eterna búsqueda en la que nos encontramos
Busco en una mujer y en los hijos que ella me dio Ese amor tan añorado, ese sueño dorado
Voy de madre en madre, de mujer en mujer
buscando y ¿quién sabe si el amor encontraré?

¿Cuántos de nosotros sabemos si amamos?
Ignorantes nacemos en este mundo, de lo que antes nos aconteció quizá tuvimos otra vida llena de amor
y un recuerdo inconsciente nos obliga a buscar y buscar nos obliga a tener confianza y no desesperar
¿Cuántos de nosotros, al amor nos asomamos?

En este mar de ignorancias, no pierdas la calma
¡Te lo pide a gritos tu interior, tu alma!
busca sin cesar, en algún lugar está muy escondido Aquello por lo cual de tu hogar te has ido
Ejercítate en estas lides, dentro tuyo hallarás
La respuesta, y amando amarás.

Mamá

MAMÁ


Amor es lo que ella me dio
aún antes de todo tiempo mío
para el nacimiento de un niño
natura a sus puertas llamó
La Divinidad a Ella se manifiesta ¡Un Hombre a desarrollar!, y allí está dispuesta


Cuánta responsabilidad, cuidar de esa criatura
Mamá con respeto me trató
nada menos que su cuerpo me prestó
aún sin conocerme, antes que logre cambiar su cintura
Con amor lo hizo, con temor me sustentó
pero nunca, nunca me dijo ¡No!


Agradezco a mi Madre el haberme traído a este mundo a crecer, el haberse prestado
Y nunca jamás haberme negado
Cubrir mis necesidades... no dejarme raído
de cariño ni de abrigo, su pecho me otorgó
Natura y Dios le preguntaron ¿...? Ella nunca dijo ¡No!

Catamarca letras: Amor: Camino hacia la felicidad

AMOR: CAMINO HACIA LA FELICIDAD


Camina, camina hacia tu destino
camina tejiendo tu camino
Cuando mires hacia atrás
lo que hayas hecho es lo que verás


¿Piensas que el destino ya está trazado?
sin embargo, lo que ya está no es más que el pasado
Lo que queda por venir sólo depende de tí
tus acciones actuales te llevarán a un fin.


Por el tiempo presente, vendrá el futuro
acciona Ya, solo el Ahora es tu turno
Sin el Hoy no existirá el Ayer,
sin el Ayer no habrá mañana,... lo podrás ver


Al mirar hacia atrás sólo verás el camino que tú has realizado, es decir... tu Hoy destino
Sabrás dónde llegaste, pero no te mientas;
analiza con qué armas, con qué herramientas


Más si no te agrada donde estás,
deberás cambiar, torcer tu rumbo... ¡Hacia allá! Actúa Ya con la Gran Receta: ama
no habrá futuro ingrato con esta arma.